Esteban Manuel Pichuncheo: cuatro décadas con el periodismo de Río Grande (*)

 


Me tocó desde el año 1984 comenzar a mamar el periodismo en su aspecto más artesanal en Tierra del Fuego. Fue de la mano de Alberto “Bocha” Bonifetti, quien con el diario Cuarto Poder, me enseño los primeros secretos de cómo se formalizaba un periódico, donde volcar ideas propias y difundir la de los ajenos, las de aquellos que se volcaron a la política, con el tremendo auge por el advenimiento de la democracia.

 

En aquél entonces mi tarea se limitaba a hacer la tira del dibujo de la contratapa, adoptando a mi personaje “Mónica” para dar vida a una historieta, basada en una chica que me gustaba de mi paso por la secundaria. También en ese entonces nació “Arcadio”, un personaje que se parecía al “chavo del ocho” fueguino.

 

Así, podía ver como el “Bocha” trabajaba en su “Remington” para escribir las tiras de papel que luego, con total prolijidad volcaba a una pauta con las columnas debidamente dibujadas, dejando los espacios necesarios para rellenar luego con los títulos que letra a letra pegaba con su “Letraset”, unas plantillas con letras de diversas medidas, que se pegaban al contacto con un elemento contundente.

 

Después, se pasaba todo a una plancha de zinc, que luego se colocaba en la impresora off set. Siempre el pequeño diario tenía tinta diferente, porque el negro escaseaba y se debía recurrir a otros alternativos, como el azul y el rojo. El tamaño del diario no podía ser mayor al del papel legal.

 

Después de mi experiencia de demasiado joven en el Cuarto Poder, vino el turno de Alberto Noal, quien con su revista “Consecuencias”, me alentó a seguir haciendo dibujos, ilustrando una hoja entera, está vez de humor, nada de contar historia de enamoramiento.

 

En esa revista, mi dedicación fue solo dejar el trabajo ilustrado. Así, pude ver poco de la “cocina” de cada edición. De esa publicación me acuerdo de haber ideado al primer pingüino con vida: “Arturito”, el nombre, se refiere al segundo que posee Noal. Fue un poco en agradecimiento a la nueva oportunidad de estar vinculado a una publicación que marcó historia en el periodismo fueguino.

 

En la memoria de pocos quedó que Alberto Noal supo tener un medio gráfico, donde también se expresaron ideas, en medio del auge de la democracia. Las iniciativas siempre quedaron en el camino, por falta del apoyo económico que tanta falta requieren los medios para poder mantener su vínculo con la sociedad.

 

En 1987, gracias al apoyo de la querida docente Nilda Carbone, ingresé al diario “Tiempo Fueguino”. Comencé haciendo la tira de humor de contratapa. Allí no hubo más personajes. Todo era reflejar la realidad en un chiste y, de paso, comenzar con las caricaturas de personajes y políticos.

 

Esa fue mi primera incursión en poder palpar como se hacía un diario. Después de superar la etapa de dibujar, me dieron la responsabilidad de abrazar el periodismo. Mis inicios fueron volcando a hojas pautadas, con el membrete del diario y con los centímetros a cubirir, notas que debía desgrabar en crudo.

 

Cada una de esas hojas que tenía las medidas para que la nota tuviera una extensión establecida, se derivaban a una responsable de pasarla en limpio en una máquina eléctrica que se conocía por su marca: “Brother”.

 

De esa “Brother”, surgían las columnas y columnas de la nota que se transcribía, la que luego era recortada, para ser pegada en las pautas, o “monos”, que tenían dibujadas las seis columnas, en tanto que los títulos –que era lo más difícil de hacer-, surgían de la ampliación que se hacía en el fotomontaje, de letras que eran escritas en la brother.

 

Todo era muy artesanal. Así, era necesario tener entre los insumos el pegamento denominado “poxi ran”, para poder pegar las columnas y, a su vez, las fotos, que eran reveladas en blanco y negro, en papel, para luego pasar por la fotomecánica y estar lista para formar parte del “original”.

 

Obtenido ese original, todo era impreso en una chapa de “zinc”, a través del automontaje y así pasaban a la impresora, que era una “cabrenta”, que muchas veces soportaba las exigencias de salir periódicamente, tres veces por semana, que luego se transformaron en cinco veces. Fue el primer periódico en salir tantas veces a la semana y la competencia directa era “Tribuna Provincial”, que luego desapareció.

 

Con el paso del tiempo, la modernización le toco a Tiempo Fueguino. Vinieron las famosas computadoras de la manzanita, es decir las “Apple”, que a todos nos dejó con la boca abierta. Con ello, se acabaron las tijeras y el poxi ran para armar el diario. Todo se hacía en una pantalla de computadora, los originales ya salían con texto y fotos y sólo restaba mandar todo a fotomontaje, para hacer la chapa de zinc que iba a la cabrenta.

 

Así, luego de diez años en “Tiempo Fueguino” y tras casi año y medio sabático en el periodismo, en el año 1999 ingresé al diario “La Voz”, donde volví a los dibujos y hacer humor político. Quizás fue la mejor época en que despunté la filosa ironía de tomarles el pelo a los políticos. Por supuesto, también escribía y solamente podía observar como le sacaban el jugo a las “Apples”, para lograr el diseño del diario.

 

Posteriormente, en el año 2000 ingresé al diario El Sureño y allí, la modernización. Simplemente la tarea se limita a redactar los artículos periodísticos, volcar todo en una “pauta” para dar una idea al diagramador del armado y luego, todo pasa a un área que es privativa de mi conocimiento, pero que culmina en una notable rotativa, la única que existe en Tierra del Fuego y que le da prestigio al medio.

 

Así, esta es una breve reseña del paso por el periodismo gráfico, el que me ha atrapado como nunca y que jamás quiero dejar, a pesar de haber otras alternativas radiales o televisivas. El periodismo gráfico es, a mi entender, el mejor de todos.




 

 
(*) El joven Esteban Manuel avanza hacia la sexta década, y ha transitado  por diversos medios, dejando constancia de la evolución tecnológica. Comenzó como humorista y caricaturista y ahora es cronista de policiales y judiciales. Pichuncheo nació en Río Grande. Alguno de los medios que cita todavía no los habíamos recordado.

 

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