Me
tocó desde el año 1984 comenzar a mamar el periodismo en su aspecto más
artesanal en Tierra del Fuego. Fue de la mano de Alberto “Bocha” Bonifetti,
quien con el diario Cuarto Poder, me enseño los primeros secretos de cómo se
formalizaba un periódico, donde volcar ideas propias y difundir la de los
ajenos, las de aquellos que se volcaron a la política, con el tremendo auge por
el advenimiento de la democracia.
En
aquél entonces mi tarea se limitaba a hacer la tira del dibujo de la
contratapa, adoptando a mi personaje “Mónica” para dar vida a una historieta,
basada en una chica que me gustaba de mi paso por la secundaria. También en ese
entonces nació “Arcadio”, un personaje que se parecía al “chavo del ocho”
fueguino.
Así,
podía ver como el “Bocha” trabajaba en su “Remington” para escribir las tiras
de papel que luego, con total prolijidad volcaba a una pauta con las columnas
debidamente dibujadas, dejando los espacios necesarios para rellenar luego con
los títulos que letra a letra pegaba con su “Letraset”, unas plantillas con
letras de diversas medidas, que se pegaban al contacto con un elemento
contundente.
Después,
se pasaba todo a una plancha de zinc, que luego se colocaba en la impresora off
set. Siempre el pequeño diario tenía tinta diferente, porque el negro escaseaba
y se debía recurrir a otros alternativos, como el azul y el rojo. El tamaño del
diario no podía ser mayor al del papel legal.
Después
de mi experiencia de demasiado joven en el Cuarto Poder, vino el turno de
Alberto Noal, quien con su revista “Consecuencias”, me alentó a seguir haciendo
dibujos, ilustrando una hoja entera, está vez de humor, nada de contar historia
de enamoramiento.
En esa
revista, mi dedicación fue solo dejar el trabajo ilustrado. Así, pude ver poco
de la “cocina” de cada edición. De esa publicación me acuerdo de haber ideado
al primer pingüino con vida: “Arturito”, el nombre, se refiere al segundo que
posee Noal. Fue un poco en agradecimiento a la nueva oportunidad de estar
vinculado a una publicación que marcó historia en el periodismo fueguino.
En la
memoria de pocos quedó que Alberto Noal supo tener un medio gráfico, donde
también se expresaron ideas, en medio del auge de la democracia. Las
iniciativas siempre quedaron en el camino, por falta del apoyo económico que
tanta falta requieren los medios para poder mantener su vínculo con la
sociedad.
En
1987, gracias al apoyo de la querida docente Nilda Carbone, ingresé al diario
“Tiempo Fueguino”. Comencé haciendo la tira de humor de contratapa. Allí no
hubo más personajes. Todo era reflejar la realidad en un chiste y, de paso,
comenzar con las caricaturas de personajes y políticos.
Esa
fue mi primera incursión en poder palpar como se hacía un diario. Después de
superar la etapa de dibujar, me dieron la responsabilidad de abrazar el
periodismo. Mis inicios fueron volcando a hojas pautadas, con el membrete del
diario y con los centímetros a cubirir, notas que debía desgrabar en crudo.
Cada
una de esas hojas que tenía las medidas para que la nota tuviera una extensión
establecida, se derivaban a una responsable de pasarla en limpio en una máquina
eléctrica que se conocía por su marca: “Brother”.
De esa
“Brother”, surgían las columnas y columnas de la nota que se transcribía, la
que luego era recortada, para ser pegada en las pautas, o “monos”, que tenían
dibujadas las seis columnas, en tanto que los títulos –que era lo más difícil
de hacer-, surgían de la ampliación que se hacía en el fotomontaje, de letras
que eran escritas en la brother.
Todo
era muy artesanal. Así, era necesario tener entre los insumos el pegamento
denominado “poxi ran”, para poder pegar las columnas y, a su vez, las fotos,
que eran reveladas en blanco y negro, en papel, para luego pasar por la
fotomecánica y estar lista para formar parte del “original”.
Obtenido
ese original, todo era impreso en una chapa de “zinc”, a través del automontaje
y así pasaban a la impresora, que era una “cabrenta”, que muchas veces
soportaba las exigencias de salir periódicamente, tres veces por semana, que
luego se transformaron en cinco veces. Fue el primer periódico en salir tantas
veces a la semana y la competencia directa era “Tribuna Provincial”, que luego
desapareció.
Con el
paso del tiempo, la modernización le toco a Tiempo Fueguino. Vinieron las
famosas computadoras de la manzanita, es decir las “Apple”, que a todos nos
dejó con la boca abierta. Con ello, se acabaron las tijeras y el poxi ran para
armar el diario. Todo se hacía en una pantalla de computadora, los originales
ya salían con texto y fotos y sólo restaba mandar todo a fotomontaje, para
hacer la chapa de zinc que iba a la cabrenta.
Así,
luego de diez años en “Tiempo Fueguino” y tras casi año y medio sabático en el
periodismo, en el año 1999 ingresé al diario “
Posteriormente,
en el año 2000 ingresé al diario El Sureño y allí, la modernización.
Simplemente la tarea se limita a redactar los artículos periodísticos, volcar
todo en una “pauta” para dar una idea al diagramador del armado y luego, todo
pasa a un área que es privativa de mi conocimiento, pero que culmina en una
notable rotativa, la única que existe en Tierra del Fuego y que le da prestigio
al medio.
Así,
esta es una breve reseña del paso por el periodismo gráfico, el que me ha
atrapado como nunca y que jamás quiero dejar, a pesar de haber otras
alternativas radiales o televisivas. El periodismo gráfico es, a mi entender,
el mejor de todos.
(*) El joven Esteban Manuel
avanza hacia la sexta década, y ha transitado por diversos medios, dejando constancia de la
evolución tecnológica. Comenzó como humorista y caricaturista y ahora es
cronista de policiales y judiciales. Pichuncheo nació en Río Grande. Alguno de
los medios que cita todavía no los habíamos recordado.
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