LOS ANTIGUOS POBLADORES Y SU RELACIÓN CON EL MEDIO.7(*)

 


¿Quiénes eran aquellos primeros vecinos de Río Grande, en ciernes de ser algún día capital económica de la Tierra del Fuego?

En gran medida extranjeros, algunos que ya había pasado por su experiencia rural que les había permitido acumular ahorros, relaciones, y con ello ingresar en una etapa pueblera que cuando se tenía familia –cosa que no siempre se permitía en las estancias- era también pensar en la escuela.

El niño se argentinizaba en la escuela, y muchos otros argentinos no habían, como ser los hijos de los inmigrantes.

El argentino tenía un destino de mando, no de trabajo, lo menos que podía aspirar era ser capataz y con ello en muchas de estas miradas hacia un pasado industrioso no los encontramos con facilidad… Cuando aparecen en la primera etapa de nuestra vida urbano/patoril, ese argentino, esta mestizado de alguna forma.

-¡Yo trabajo de argentino. Ché!-era un dicho que se relacionaba en este sur casi con el vivir sin trabajar.

El aprovechamiento de recursos naturales a partir de la posesión tan preciada de la tierra, y  la bendición del agua daban pie a las primeras familias para mejorar su condición de vida y luego –solo en algunos casos- ejercer cierto comercio lucrativo con el producto de sus actividades.

Con esto nos atrevemos a hablar de algunos de los componentes activos del escenario que hemos descrito más arriba, y el primero de ello será:

 

El chancho.

                   Tal vez proveniente de alguna estancia amiga, de su compra, del excedente en una chacra, su propiedad estaba dada en la mayoría de los casos en función de su consumo en determinada época del año. Alguna Navidad, algún Año Nuevo. O se trabaja con especial dedicación en el engorde del mismo, o los chanchos aparecían a cierta época del año en alguna pensión u hotel, pensando en el banquete a término. Su cuidado y alimentación era encomendada con practicidad a alguien que se encargaba de la prosperidad del animal a sacrificar; lo que también comprendía –en algunos casos- la eliminación de ratas que suelen acompañar a las presencias porcinas. El chanchero en esos casos no pasaba de ganar alojamiento y comida mientras duraba la larga espera; pero en otros estaba su conocimiento en el carneo –ruidoso y terrible ceremonial-  y en la posterior elaboración de cecinas. Por los años 60 se limitó la cría urbana que en ciertas áreas de la población eran desagradables al olfato. La práctica de controles de triquina, llevaron a detectar focos alarmantes de la enfermedad con lo que terminó de erradicarse su cría en el entorno riograndense, al menos por dos décadas.



 

Las gallinas

                 …y los gallos que eran nuestros despertadores naturales en días en que no hacía falta levantarse mucho antes que saliera el sol. Criadas en gran número evadían los cercos y asaltaban las veredas y calles en días indelimitados. Alimentarlas significaba comprar por bolsas sus requerimientos. El gallinero era, en muchos casos, objeto de un esmero mejor y de mayor cuidado que la vivienda misma. De la gallina venían los huevos, que en buena medida eran comercializados en el vecindario que carecía de este recurso. ¡Felices días sin colesterol! Cuando la producción crecía en número a la demanda se les colocaba la fecha de recolección para orientaer su consumo. Y que más que dice que de las gallinas salía el puchero o la cazuela, con recetas que respondían a tradiciones diversas, consumo fijo en el almanaque semanal de las ingesta familiares. Pero además. Een un nivel intermedio, estaban los pollos, los que pensados al asador podían ser los mismos que engalanaban las fiestas populares: ir a un baile era pensar entre otras cosas en la alegría de comprar un pollo y comerlo con la mano. ¡Las quejas de las bellas damas que sentían sobre su hombro las manos de su compañero de danzas, untuosas de su alimento!

Cuando llegaba el momento de reponer la dotación de ponedoras se pensaba en los pollitos BB. ¡La alegría al recibirlos!, se elegía para ellos el mejor lugar, y estaban con su bullicio y sus emanaciones a veces en la cocina, en la sala, hasta debajo de las camas de los chicos que se entretenían despertando en la mitad de la noche par ver como estaban; siempre con una lámpara –de alto consumo- prendida para ejercer en ellos los efectos de una incubadora. ¡Los pollitos! Hoy te encariñabas con ellos y en un emotivo apretón un poco fuerte terminaban por morir en tu mano. Los pollos, ya más crecidos, a los que les ponías un nombre y un buen día te lo estabas comiendo…

Otras aves de corral más escasas fueron pavos y gansos, los que ponen más ruido que otra cosa a nuestros recuerdos.

 

(*) Recuperamos en el tiempo esta conferenciada dada el viernes 18 de noviembre de 2011, en el hotel atlántida, como parte4 de la CELEBRACION DE LA OBRA DE SAN VICENTE

DE PAUL EN RIO GRANDE

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