Ocurre un día en que domina el silencio en el amanecer que
uno toma la iniciativa de llenar todo el tiempo de este despertar con la música
que creara Walter Buscemi, en una obra que nos regala identidad regional: la
Cantata Fueguina.
No está en mí analizar el plano musical, sobre el cual no me
creo autorizado técnicamente, contexto en el cual me siento atraído e impulsado
al canto. Pero si de escucharla y escucharla hay una búsqueda de los espacios
poéticos e ideológicos por los que transitó nuestro amigo en la confección de
su relato.
Así parecen estas reflexiones donde noto que hay palabras
que no están: por ejemplo, Ushuaia, Río Grande, Tolhuin, las tres localidades
de nuestra provincia.
Tampoco aparen el
término Argentina, sobre el cual se construyen frecuentemente mensajes
anhelantes del aplauso festivalero.
Ni hay guerras ganadas o perdidas.
Ni hay identidades de origen, como serían patronímicos de
naciones o provincias. Sólo se nombra a lo menos nombrado, lo chileno.
No hay personalidades de las cuales se puedan levantar
monumentos o colocar se nombre en alguna calle.
La única mención a la soberanía es cuando el habitante del
presidio condena a los que lo han condenado “Porque
el sufrimiento del hombre por el hombre/no es motivo para fundar soberanía”.
En cuanto a la idea de Patria esta aparece en la voz del
inmigrante que señala que está: “Trabajando
duro por esta patria, sin olvidar mi pago chileno”. Admitiendo la idea de
un doble patriotismo; en tanto que al emprender la Travesía a voz que implora
lo hace pensando que en este lugar “Tal
vez nos diera trabajo/este pedazo de patria mía” Dónde se aprecia que las
urgencia no cubiertas en el origen reclaman esa oportunidad en este confín.
Buscemi abandonó las convencionalidades para abrazar la
poesía, he aquí la causa y el efecto de su mensaje perdurable.
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