LOS PÙENTES DE LA MEMORIA.40. “Otros males, otros remedios”. MEDICINA POPULAR 2.

 


Pacheco es el último ona. Pertenece al grupo aquel descripto prolijamente por Nelly Penazzo en el último número de la revista Impactos. Pacheco vive desde hace muchos años en Santa Cruz. Probablemente muera allí. Todos los intentos que se han hecho para traerlo han fracasado,. Incluso el acercamiento de su paisano Don Segundo Arteaga. Él cree que si vuelve aquí se le despierta el mal y se muere. Lo suyo me hace recordar aquello de la “teoría del bichito”. La sustentaba mucha gente vieja de estos lados, si una viaja a otro lado –sobre todo si hace calor- se te despierta una enfermedad fatal. Vaya a saber que hay de cierto. Lo real es que mucha gente viajaba al norte cuando ya se evidenciaba un cáncer, o algo por el estilo, enfermedad que no se divulga, que se teme hasta nombrar; allí venía el examen, el te abren y te cierran, y el regreso definitivo.

 

También está aquello de: vaca que cambia de querencia se atrasa en la parición, pero eso lo dejamos para una próxima oportunidad.

 

Nuestros Rastros por el cual el lunes 20 de enero abordamos el tema de la medicina popular generó tantos comentarios entre los lectores, que entre los recuerdos y los experimentos ingresamos a una segunda nota sobre el particular.

 

Poco, yo diría nada de aquello que formó parte del mundo medicinal de los selknam se incorporó a las prácticas y creencias del fueguino de hoy. De su herboristería se ha estudiado prolijamente el tema. El Doctor Martínez Crovetto estuvo años atrás comisionado por el Centro Histórico Documental, en un mano a mano con Nelly, identificando especies, del chamanisno hay letra en los trabajos de Anne Chapman, junto a la última médica Lola Kiepja.

 

Casi todo lo que hay de popular en la práctica médica doméstica en Río grande es producto del hombre blanco.

 

Existen algunas terapias que corresponden a una lógica funcional ente la ingesta de un medicamento y el resultado esperado, pero también existen situaciones creadas que, sin responder a lógica alguna prometen curaciones o profilaxis:

 

Remedio para ñatos, friccionarse en un solo sentido la nariz de arriba a bajo repitiendo por las noches de cuarto creciente un número indeterminado de veces la letanía: “lunita, lunita, dame más naricita”. Aplicable a niños y púberes, y a otras partes de la anatomía.

 

Evitando calambres he aquí la solución: se dejan bajo la cama los zapatos que se usan al día siguiente, uno con una punta en un sentido y el otro en el otro.

 

¿Dientes destemplados? Un cuchillo dejado la noche anterior afuera, al llegar la mañana se lo muerde. Hay quien le agrega jaculatorias diversas.

 

Eterna prevención contra el dolor de muela: al lavarse la cara no usar toalla, esperar que se seque sola.

 

La base empírica está ligada a distintos vegetales de esos que se consiguen en campos y huertas: imaginando que un caudal de tradiciones se incorporó de otros lugares, más que del ejercicio continuo en búsqueda de soluciones con las especies del lugar.

 

Para cortar la diarrea: un caldo de menta con azúcar quemado. En busca de un diurético la solución aparece con semillas de zanahoria. Para el hígado y sus problemas buena es la acelga.

 

Vista la cosa desde el campo, la sarna se combatía con los siguientes recursos realizando una infusión con hojas de canelo para lo cual se encargaban a la costa del Beagle, o bien se hacía una loción con tabaco en la época que se compraba suelto para pipa o para armar.

 

El cigarrillo frotándose en la parte dolorida saca el aire, igual que las barritas de azufre. ¿Saben cuántas rompí yo una vez?

 

Tenemos en la familia una fórmula para hacer un jarabe de ajos, que reúne junto a sus tradicionales efectos atielmíticos otras propiedades insospechadas. ¡Y el apio! Este sí de propiedades sospechadas: picado en la sopa perdura en el amor.

 

Para las fiebres estomacales –hay casi hasta una nomenclatura propia de males- una cucharada de aceite y una naranja cada mañana. Pero, ¡guarda con la naranja!: que a la mañana es oro, a la tarde es plata, pero a la noche mata...

 

El limón se le contrapone.¿Qué no cura? En el libro de Juan Sabino Andrade se demuestra a qué extremo llegó la confianza del hombre en su jugo. Mientras tanto el hábito sano indica que debe acompañar el té matutino, y su cáscara depositada sobre la plancha de la estufa  perfumar lentamente el amanecer.

 

Para muchas dolencias la sabiduría popular no encontró respuestas. Un dolor de muelas servía para probar hasta el ácido de la batería en el agujero de la carie, o volviendo al canelo: preparar la infusión que se dice buena también para las viseras.

 

La medicina popular ha estado siempre cerca de la cocina, y la mujer ha sido la responsable en Tierra del Fuego de ejercerla y perpetuarla en no pocas seguidoras de la simple y benefactora papa. Se prepara una infusión de carácter diurética y hepatoprotectora. Pero no debe hacerse con la cáscara que cuando es hervida sin pelar forma un caldo que se considera tóxico. En puré es ingrediente para una cataplasma que alivia los dolores de las quemaduras y repara la piel dañada, Cortadas en rodajas y puestas sobre la frente “chupan” los dolores de cabeza, lo mismo ocurre según otros depositadas sobre los ojos. Una media papa presionando sobre un chichón reduce su tamaño, pero el dolor ¡ni le cuento!

 

Las algas de la costa fueguina fueron utilizadas para aliviar las molestias de los que, pro problemas en la sangre, tenían erupciones cutáneas. En tanto que el comedor de cochayuyo sabía que nunca padecería el bocio. Claro que para esto último se acostumbró a beber de mañana el Yodo Lugol en un vaso de agua.

 

Del tomate en cualquiera de sus formas comerciales –aquí primaba la conserva- venían emplastos apropiados para la inflamación de ojos y las hemorroides, toda forma de irritación en mucosas y las quemaduras.

 

Con la achicoria, planta importada, plaga de pequeños soles en primavera, se elabora un vino que ya ha tenido su espacio en la literatura universal contemporánea, pero su raíz sirvió –tostada y molida- como un sustituto del café y quien lo hizo descubrió propiedades que exceden la felicidad de sacarse el gusto.

 

El tallo del sauce provee de una sustancia blanca que luego es utilizada para bajar fiebres. Pero si estas se desarrollan en medio de una gripe yo la transpiro con un cóctel de manzana rallada , leche caliente y coñac y todas las frazadas de la casa encima mío.

 

Los problemas de presión llaman al alpiste, su agua pero –además- hay que cuidarse en las comidas y la sal. Una terapia más liviana dice que el vino tinto la sube y el vino blanco la baja, el problema siempre es el hasta dónde.

 

De las plantas ornamentales ha salido alguna cura: la parrilla proporciona con sus hojas una pomada para las erupciones cutáneas, y el pensamiento, la yerba –no la flor- una buena contra la costra láctea.

 

El invierno y sus dolores de huesos se atendían con ladrillos refractarios en la cama, o arena calentada durante el día en cacharperitos de lona. Una plancha metálica fría, dejada afuera, eran el el soporte para cortar el calambre, más populares aquí que el corcho mordido.

 

No faltan los remedios recomendados a otro que llaman más a la burla que a la cura, como eso de colocarse enjundia de gallina en la cabeza para estimular la pilosidad muerta. ¡no hubo a quien le creció, pero cuántos pasaron la hedionda experiencia!

 

De niño me enviaban a buscar bosta de caballo con la que se preparaba un brebaje que era lo único que le permitía orinar a una abuelita postrada largo tiempo en cama. Todavía no había aparecido la bolsita de nylon, así que yo andaba tras los rastros que dejaba el carro lechero del Batallón, o el de Pinuca, todo por eso de la buena acción que te pedían en catecismo, y por la merienda con torta que me daban de premio mientras hervía en el patio la materia prima que yo recogía... ¡con el palillo del trineo!

 

Podrá haber profesionales de la medicina que condenen estas prácticas, pero la gran mayoría están en el ayer, no se han trasladado a los hijos que las experimentaron en carne propia, siendo todo esto muestra de la enorme confianza en sí mismo que ha tenido en si mismo nuestro pueblo.

 

Todo esto conforma una suerte de automedicación que, por urgencia, comodidad o eficacia ejerció nuestra gente en su laboral desarrollo. Pero además estaban los curanderos. De ellos escribiremos un día de estos, mientras tanto ya me tomo mi tesito de tilo.

 

El frasco de farmacia de Jarabe de Goma pertenece a la colección del Ingeniero Horacio Pico, hijo de un farmacéutico que se instaló con su actividad en Bragado.

Comentario adicional:Para los que no nos vienen siguiente: estos relatos fueron publicados inicialmente en 1992 y se ha mantenido la mirada circunstancial. Digamos por ejemplo: Pacheco volvió.

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