La historia Fueguina, en lo elemental y esquemático se conoce. Pero que en la verdadera historia de logro signifique algo la Tierra del Fuego se debe a la gobernación naval. Desde el comodoro La Serna, que con su pailebote estableció la prefectura, y desde que con su planta la autoridad de la Marina.
Últimamente el gobierno de Anadón ha dado el impulso más
firme hacia la etapa del progreso fueguino.
Abrió caminos, concertó traer la colonia italiana.. Dispuso para el
viaje el motor y la caldera. Actualmente el gobierno está en manos de un hombre
entusiasta y profundo conocedor de estas regiones. El capitán señor Manlio
Buldrini es sobrio de palabras y tiene en el gesto esa serenidad y dominio que caracterizan a
los hombres de acción y reflexión. Parece el hombre ponderado y de iniciativa
que hace falta para regir esta ínsula. Que semeja el reino de los paisajes
tranquilos pero está erizado de espinas
y púas de problemas.
Los antecedentes del gobernador Buldrini son de estudio y
perfeccionamiento continuos. De guardia marina
hizo estudios hidrográficos en la corbeta “Uruguay”. Recorrió con designio
científico la costa patagónica; realizó con iguales propósitos además de los
militares, el viaje a las Orcadas, y es, en fin, conocedor y entusiasta de
estas latitudes. Da la sensación de hallarse bien aplomado y seguro en el
puente de su nuevo barco que la tierra fueguina, con la proa hacia el hielo
antártico. Dejamos para más adelante una conversación afondo con él.
(*) Aportamos algunas noticias sobre el autor de
esta crónica. Internet ayuda:
Como consecuencia de la censura, el ostracismo y el dirigismo cultural
impuestos durante el reinado franquista, numerosos escritores con ideología
contraria a la del nuevo régimen dictatorial, fueron relegados al margen de la
literatura española, especialmente aquellos que se vieron forzados al exilio
después de la contienda fratricida de 1939, con el fin de evitar la persecución
política, la injusta “inquisición” y, en muchos casos, la muerte. No obstante,
cabe señalar que esta exclusión política no implica que sus obras carezcan de
valor literario, sino todo lo contrario, ya que son fundamentales para
reconstruir y restituir la memoria literaria de este periodo histórico,
especialmente en lo relativo a la Guerra Civil, que fue tergiversada e ignorada
por los escritores que quedaron en la península debido a la intoxicación
informática y la manipulación del régimen franquista. Asimismo, son
imprescindibles para trazar un panorama completo de la literatura española del
siglo xx, ya que son distintas de las obras escritas en el interior.
Entre estos escritores marginados condenados por el régimen dictatorial,
se sitúa Clemente Cimorra (Oviedo, 1900), un periodista y escritor fiel a la
causa republicana. Al estallar la Guerra Civil, Cimorra se incorporó
inmediatamente a las filas de la Alianza Antifascistas para la Defensa de la
Cultura y al Partido Comunista de España (PCE). Llegó a ser redactor de los
órganos oficiales de PCE como Nuestra
Bandera, Frente Rojo y Mundo Obrero (del que su
hermano pequeño, Eusebio Cimorra, era director por entonces). Además, se
incorporó voluntariamente a las filas republicanas como soldado y corresponsal
de guerra, contribuyendo casi diariamente con las noticias de la frente a los
periódicos más influyentes de la época como Estampa, La Voz, El Sol y La Verdad. Posteriormente,
sus crónicas periodísticas fueron recopiladas en los siguientes libros: Crónicas de la guerra (1937), España en las trincheras (1938), Héroes del Pirineo español (1938)
y Nuestra 43: Así viven y así luchan sus
combatientes (1938).
Tras la derrota de la Guerra Civil, Cimorra, al igual que la mayoría de
los derrotados que no quisieron rendirse, eligió el exilio como la única
solución para salvarse de las represalias del nuevo régimen, con el fin de
poder continuar la defensa de la República desde fuera del país. Una vez llegó
al país de acogida, Argentina, a finales de 1939, puso enseguida su pluma al
servicio de la causa republicana, continuando con las labores políticas y
culturales que había dejado en España. Se dedicó, casi sin tregua, a escribir y
publicar libros, denunciando la criminalidad del nuevo régimen español y la ola
de totalitarismo fascista que se extendía entonces por toda Europa y parte de
América, una labor de resistencia que no se permitió hacer en el interior de
España. Asimismo, trabajó al mismo tiempo en el campo heterogéneo de la literatura
y cultura, para subsistir su vida en Argentina. Allí logró bastante fama como
conferenciante de la cultura española y novelista, especialmente con la
publicación de sus últimas novelas, Cuatro
en la piel de toro (1952) y El
caballista (1957), tal como menciona la crítica argentina: “para
las letras argentinas es una gran satisfacción que un escritor de la Madre
Patria, del talento y la enjundia de Cimorra, haya escrito lo principal y más
trascendente de su obra en Buenos Aires” (citada en Casariego, 1989). Sin
embargo, en la actualidad, sigue siendo desconocido en España, su tierra natal,
dado que sobre él apenas existen trabajos críticos.
En sus obras novelísticas Cimorra siempre aborda temas significativos y
propios del exilio como la Guerra Civil, la memoria histórica o el compromiso
político. Además de referencias y cuestiones desencadenadas por su problemática
situación: la pérdida de identidad, el conflicto entre el deseo de volver y la
realidad del imposible retorno, la privación del lector público, la nostalgia
atormentada y las reflexiones sobre el carácter contradictorio del ser humano,
tales como la libertad y la enajenación, el ser y el deber ser. Todo otorga a
su obra literaria un valor testimonial que nos facilita una compresión
histórica de un tiempo turbulento de España.
En la foto; El cronista de Vea y Lea.
Próxima entrega: EL
BAR DE BABEL
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