Los días previos a la carrera de
En la ciudad había un solo
periódico, Tiempo Fueguino, con dos o tres ediciones semanales que se cumplían
de manera irregular. La publicación dependía del stock de papel, de las chapas necesarias para su impresión y
de vaya a saber una cuántos imponderables más que nunca se explicaban a los
redactores.
Con alguna experiencia en radio
y entrenamiento en taller de periodismo, repartí un mínimo curriculum en radio
Nacional, en la cinco FM instaladas y en el diario.
Sobre fines de ese mismo año, el
locutor Wilmar Caballero me invitó a acompañarlo en un programa en la radio que
pertenecía al dirigente radical Juan Carlos García, propietario también del
diario Tiempo Fueguino.
La vida de los programas
radiales terminaba cuando comenzaban las vacaciones de verano, de tal modo que
ese debut fue casi una despedida que me permitió continuar trabajando en la
redacción del diario.
Periodísticamente intentaba
conducirme el joven Edgardo Welsch de Bairos –quien firmaba los editoriales
como Matías B. y que en poco tiempo quedó como dueño del medio gráfico- y
comercialmente intentaba condicionarme otro joven, Alberto Centurión, a la
postre dueño de otro diario, Provincia 23.
La redacción era un ambiente de
unos
El cierre del diario debía
hacerse a las seis de la tarde. Era la hora de entrega del material a las
tipiadoras, para su impresión, corrección y compaginación. Cerca de la
medianoche se lograba la famosa chapa que al día siguiente sería el
diario.
Una comunicación con Ushuaia que
permitiera tener información de Casa de Gobierno resultaba de altísimo valor
para darle sentido territorial a la edición.
El diario tuvo salida los
martes, los jueves y los sábados. La escasez de papel convirtió su periodicidad
en otras opciones como miércoles y domingos. En definitiva era el único diario
y el pueblo sabía que podía haber cambios sin previo aviso.
En marzo volvía a la vida la
radio, ubicada en el mismo piso: una cabina de locución revestida con hueveras
de cartón y una pecera con consola y cassettes a mano para pasar las
publicidades con habilidad por los operadores de turno. Ya no conducía Wilmar
Caballero las mañanas.
Duré un poco más de medio año en
Tiempo Fueguino. No era fácil comprender los criterios periodísticos que se
aplicaban o se perseguían. Durante el primer semestre de 1990 anunció su visita
a Tierra del Fuego el general Antonio Bussi que había creado Fuerza
Republicana, su partido político. El
responsable de ese espacio en Río Grande visitó con frecuencia la redacción y
el despacho del director.
Periodistas de Ushuaia, a
quienes yo no conocía, repudiaron la visita y anunciaron que no le harían notas
ni reportajes. Yo adherí. No dejó de ser una decisión aislada y no acompañada
por la redacción que, obviamente, no estaba sindicalizada.
Opté por despedirme de Tiempo
Fueguino. Y creo que nos hicimos un favor mutuamente.
La suerte hizo que
inmediatamente pasara a trabajar en radio, junto a Enrique Bischof, un locutor
de Radio Nacional que hacía un programa en Del Pueblo por la tarde.
Una tarde exitosa, después de
una mañana polémica conducida por Carlos Muzón y que continuaban programas
gremiales, de acertijos musicales, informativos y deportes. En 1992 recibo la
oferta de pasar a formar parte del staff de un nuevo diario, se llamaría El
Sureño, creado por Oscar Gonzáles y Hugo Fayanás. Junio fue el comienzo de otro
gráfico más en la ciudad, que puso un poco de alivio a tanta discrecionalidad.
Pero ésta es otra historia.
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