NOVELÍSTICA FUEGUINA: La fuga según León, de Carlos Zampatti.

 


Uno recibe esta novela con la mejor presentación, los libros de su autoría que ya hemos leído antes. El ritmo trepidante de sus escritos ambientados en nuestro lugar, en situaciones más o menos conocidas.

 

Para este caso el protagonista cobró identidad en el terreno de los rumores, cuando en los días aquellos poco podían hacer los medios para mantenernos al tango de lo que pasaba. O corrijo: poco hacíamos desde los medios..

 

Yo vinculé siempre este hecho a otra situación que tuvo por protagonista a un alumno mío del secundario: desapareció, no se sabía nada de él, y un día para tranquilidad nuestra apareció en la casa de la abuela en Misiones. ¿Cómo había conseguido llegar hasta allí superando los controles propios de la época tango en Chile como en Argentina? Tal vez eso podría ser materia para un próximo escrito.

 

El presente nos llegó redivivo cuando Carlos Zampatti, desde un espacio periodístico adelantó lo que vendría después, producto de un trabajo minucioso.

 

 "Me llamo Gumersindo León Medina," desgraba el grabador, "nací en la localidad del El Dorado, provincia de Misiones. Soy un montaraz, criado en la selva. Cursé mis estudios básicos secundarios como pupilo en una escuela de educación técnica en la ciudad de Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos, entre los años 1961 y 1963".


León Medina tiene el hablar pausado. Sus palabras le salen acompasadamente; saboreadas más que masticadas. Es enfático. Sabe narrar y mantener el suspenso de quien escucha. Tiene un buen léxico. Pero no es esto lo que me acercó a él, sino su historia. La historia de una fuga que dio mucho que hablar cuando, hace ya veintiocho años, tuvo en jaque a las fuerzas policiales y militares que se movilizaron para su inútil captura durante los veintiún días que duró.
Su físico no parece condecir con la historia que está contando. Uno jamás se imaginaría a este hombre llevando a cabo la proeza de tal fuga, quizás la más relevante de cuantas se hayan producido en Tierra del Fuego, por más que no posea la rutilancia de las de Radowitzky, Cámpora, Jorge Antonio o Patricio Kelly. Una historia que, sin embargo, fue ganándole el olvido, y ya era hora que saliera a la luz.
Hacía tiempo que quería rescatarla; desde las épocas en que León era el encuadernador de la Gobernación; pero siempre había algo más importante por hacer, y el tiempo fue pasando. León se jubiló, se refugió en su Jardín del Edén, yo un día encontré mi tiempo y lo fui a ver como tantas veces, pero ahora equipado con una parva de casetes de audio. Diecisiete horas de grabación. Y muchas más de desgravación”.

 

Hay 21 días en los cuales, en lo particular, algunos sabíamos cómo habían terminado, pero como ocurre ante cada viaje lo importante no es adonde se llega, sino el camino.

 


León Medina vivía en Río Grande en el año 1976, cuando tuvo un problema con una joven que trabajaba de doméstica en su casa. Poca cosa. Pero como la muchacha andaba de amores con alguien de la comisaría, resultó que por un quítame esas pajas León terminó en un calabozo.

 

Y de ese calabozo a otro, a las circunstancias judiciales, siempre lentas. A los malos tratos, a su necesidad de salir de aquí. ¿Cómo hacerlo en una fortaleza inexpugnable como era la Ushuaia de siempre?

 

El preparó para andar, con un compañero que quedó en el camino.

 

Medina era un infante de marina. Estaba preparado para caminar. Para supervivir.

 

Por estos días la historia de León ha sido más conversada, entre los que habían estado cerca de ella, pero siempre en la confiabilidad de que estábamos hablando de algo secreto; algo que tal vez nunca imaginábamos que iba a ser revelado.

 

Allí, en Ushuaia estaban alojados delincuentes comunes, presos políticos, gente que había sido llevada de Río Grande, y alguno que poesía libros inadecuados que habían llevado en un destino antártico.

 

De allí el personaje salió.

 

Conté las páginas de la novela, y me sentí tentado a ir leyéndola en el día a día de la narración–aunque sea intercalándola con otras cosas- pero el impulso fue irresistible, no podía esperar: y corrí sobre la travesía de sur a norte, de este a oeste, y aunque presintiendo el final, esperaba una sorpresa. Y hubo más de una.

 

Una fuga, una persecución, genera necesariamente una circunstancia épica, cinematográfica, de súper acción. Y yo fui escapando con él, con León y por Carlos. Con Medina y Zampatti.



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