Entre los saldos
negativos del año que se va el 2016 nos deja con la muerte de Filomena.
Su deceso a los 92
años arrastró penas por no tenerla entre nosotros, y alegría por haberla
conocido.
Filomena Gallardo,
la esposa del mayor de mis primos: Héctor René Vásquez Martinovich, me lleva a
recordarla en mis días de niño; ella era
mi prima, aunque por diferencia de edad no nos tratábamos de esa manera –primo/prima-
sino por el nombre. Ellos tenían un hijo que era un par de años mayor que yo.
Ella solía pasar
religiosamente por nuestra casa a conversar con mi madre, mi padre era la tía –mi
padre era el compadre- y traía información de variado tipo e interés.
Tal vez tendría
otros itinerarios mañaneros antes de volver a su casa que estaba a doscientos
metros de la nuestra, pero lo que siempre marcaba era que debía hacer algunas
compras y que para ello disponía nada más que de lo que ella llamaba: -¡Mis clásicos
quinientos pesos!
Hoy tomaba un remis
y pregunté previamente si tenían cambio de un billete de quinientos, y me
contestaron afirmativamente. Es que ahora, tal vez mucho más que en los tiempos
que recuerdo –día de Frondizi y Alzogaray- se puede apreciar lo poco que se
puede hacer con un billete de esta naturaleza.
Y ese fue nuestro
tema de conversación con la remisera, que no tenía estas vivencias del ayer –puesto
que es once años menor que yo- pero que si ha pasado por otras crisis y además
ve en la realidad de los días como está faltando trabajo y plata en nuestra
querida Capital Económica…, me parece que es slogan se ha estado olvidando.
Filomena no alcanzó
a conocer el yaguareté, me parece que en ese sentido no se ha perdido nada.
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