Recordados enfermeros, que han merecido reconocimiento por la gente de Río Grande. Segunda parte.

Varones de la Enfermería.

Hace no muchos años viajaba al norte en avión cuando de repente se dio un movimiento inusual a pocos metros de donde me encontraba, corrió la voz que era una pasajera que no se sentía bien. Algunos se pusieron preocupados, otros rezongaban: -Ahora nos hacen bajar en cualquier parte. Otros reflexionaban: -¿Que se hace si se muere? De pronto se escuchó la voz del comisario que llamaba a un médico si hubiera entre los pasajeros. Nadie se movió. Al rato el mensaje se repitió, y sobre el llamado al doctor lo vimos caminando desde la cola de la nave a Luís Raña, que caminaba lentamente hacia el lugar donde era requerido. Hubo cierta tranquilidad en el pasaje. Alguien grito: -¡Doctor Raña! Lo estamos esperando en quirófano. El tema no daba para tanto, Luís era un experimentado enfermero del Hospital de Río Grande que conversó con la pasajera enferma y su hija, las que se tranquilizaron cuando vieron a alguien conocido.

Es que esto funciona así, uno espera al médico, pero si realmente está afectado en su salud la solución parece comenzar a hacerse presente si el enfermero que se hace presente es alguien que nos conoce.

Oficio eminentemente femenino, el reconocimiento de todos los que opinaron en nuestra página de Facebook nos dejó el pasado 21 de septiembre algunos nombres:

Moisés, el Hospital de Nuestra Señora de La Cadelaria”- dijo una que no recordaba el apellido de su benefactor. –Patricio Sanduay. Sumó otra.

Y yo agrego aquí a Juan Francisco Marín, que también atendía partos. Era mi operador en Radio Nacional y a veces llegaba tarde porque un parto inesperado lo había demorado, y en estos casos no se podía esperar un relevo. Juan se lavaba las manos con jabón blanco y te pedía que lo huelas, temía llegar con aromas amnióticos. Él tuvo su primer aproximación a las tareas enfermeriles durante su servicio militar en la zona de Batería. Más tarde en Río Grande pasó por uno de esos cursos que daba la Doctora Pennazzo, él y Leonarda Copa,  y pronto pasarían a ser marido y mujer. Entonces le encomendaron cuidar el Hogar de Ancianos. Fue un pedido de su padrino, Alberto Vicente Ferrer, intendente del pueblo y activo promotor de la Sociedad San Vicente de Paul.

Años después superó su condición de Auxiliar completando los estudios de Enfermería en la localidad, un día dejó la radio y se dedicó plenamente a lo suyo, difundía las ventajas de la APS –Atención Primaria de Salud, y en el periférico donde se desenvolvía se lo conocía como “El doctor Marín”.

Estos cursos de Nelly  fueron un trampolín para muchas vocaciones. Domingo Montes recuerda haber participado con Nelly Rahal, su esposa de entonces, en estas capacitaciones que duraron dos años, entre el 69 y el 70. La actividad de aprendizaje era diaria y nocturna. En algunos casos concurría también el Doctor Carlos Pacheco. Después del golpe de estado cuando Domingo fue despedido de la Administración pública pasó a ser el oficinista de SADE, empresa que trabajaba en el ámbito petrolero: Chorrillos, San Sebastián.. Y cuando faltó auxiliar de enfermería era Domingo el que tenía que conducir a algún accidentado al Hospital, donde tenía muchos conocidos, y habiendo conocidos se solucionaban muchas cosas.

En el petróleo se podían encontrar más enfermeros que enfermeras. Algunos fueron nombrados en la presentación anterior. Pero aparece de inmediato Roberto Pérez. A él también se lo conocía como “Doctor Menguele” puesto que en ese ambiente, tan bueno para poner sobrenombres, se había encontrado similitud entre el rostro del enfermero y el entonces publicitado jerarca nazi, que habían dicho vino a la Argentina.  Roberto tuvo luego un importante paso por la política, desde su militancia justicialista, llegando a ser Secretario del Concejo Deliberante.


A quien conocí en el ámbito político fue a Miguel Aranda, venía de un pasado gremial en una importante fábrica automotor de Buenos Aires, el santiagueño se formó entre nosotros, como tantos tal vez de manera inesperada en esta tierra de oportunidades. Lo veíamos en el área de Traumatología del Hospital, como parte de un gabinete al que había que sumar a Jorge Cuello y a Oski.

Cano Andrade fue el primero a incorporar a Ignacio Marcelo Figueroa, “La bruja”, viniendo ellos de YPF; en tanto que destaco al muy eficaz Daniel Resio, que se fue para el campamento y mucho se lo extrañó en el pueblo. Lo mismo puedo decir de Daniel Masman, que tanto me acompañó en los días que precedieron a la muerte de mi padre, en el invierno de 1979.

En una conjunción de recuerdos recientes apareció Lucho Trabol. Y tambien Lorenzo Martinez, Nigro por parte de madre, de ascendencia aborígen.

Y variadas fueron las recordaciones para Pablo Legunda, que llegó a caballo al Río Grande, trabajó de enfermero en el frigorífico y cruzaba en bote para poner inyecciones de uno y otro lado. Más tarde se hizo radiólogo y como cuenta la leyenda, allí se puso negro, porque era rubio y de ojos claros (algunos dicen verdes otros azules).



Del Hospital de Frigorífico vino un nombre: Alberto Otey. Y aunque no lo nombraron yo lo recuerdo a Abel Arriagada, que a principios de los años 40 fallece en un trágica accidente automovilístico, en ruta a Río Grande.

Otro que aparecio en la memoria de los petroleros: Leónidas Grao, primero en el Hospital Rural, después pasando a trabajar con "gringos" donde le llamaban "Doc".

Y está el Cachito Galé (Carlos Galetti),  hasta hace poco trabajando en la Pileta de Natación, y cantando, siempre cantando.


Los nombres dispersos, las filiaciones incompletas, quedan para el que quiera sumar más reconocimientos, como los que llevaron a algunos a consignar a Jorge Arias, Julio Cuenca –el escritor- Albertini..


Por los años 60 llevó a Río Grande Roberto Mutio. Algunos hablan de él por su trascendente labor cultural dando vida a la Peña Horizontes Fueguinos, otros por instalar una nueva farmacia, la que llevó el nombre de Río Grande y que funcionó inicialmente hasta que se incendió en Rosales y Piedra Buena. Él era enfermero.



En imágenes:

La primera Luís Raña.
La segunda, Miguel Aranda.
La tercera: Pablo Arnaldo Legunda.
La útlima: Roberto Mutio, patinando con "Pinche", un descubrimiento de Any Berbel.

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