A propósito del Día del Niño.

 


Atravieso una etapa de mi vida en la que no hay niños en la familia.

No es la primera vez que ocurre, allá en el tiempo el niño era yo y cuando dejé de serlo pasaron 14 años hasta tener mi primera hija.

Otrora se podía escuchar eso que donde no hay niños, no hay familia.

¿Es que yo sé cuando se termina la infancia?

Interiormente en el despertar de la sexualidad, se podría decir para las niñas: cuando se desarrollan.

Exteriormente de muchas maneras, la más convencional cuando se pasa de la escuela primaria a la enseñanza media.

En tiempos anteriores a los míos para el varón era el tiempo de dejar los pantalones cortos.

Digan las niñas de otros días cuales fueron los atributos de su madurez.

El día del niño comenzó a festejarse en Argentina a partir de una iniciativa de la Cámara Argentina de la Industria del Juguete, entidad de en estos tiempos de importación no sé si sigue existiendo.

Pero esa era una iniciativa para los porteños, tal vez tratando de emular las dádivas que fueron propios de derrocado e innombrable peronismo.

Aquí en Tierra del Fuego todo tardaba en llegar, hasta que un día nos enteramos por Billiken.

Los mismos billikenes no estaban actualizados por que donde había varios hermanos se iban guardando los ejemplares de los mayores para los más chicos.

Yo debo haber tenido dos días del niño, con sus regalos: uno fue un juego de mesa. Al tercer año, ya estaba en primero del secundario, merecí una botella de vermú que compartí tal vez en un ritual de despedida con mis padres.

Recuerdo que temía convertirme en adulto porque suponía que dejaría de consumir golosinas, siguiendo lo que veía era una conducta de mi padre.

Uno dejaba de ser niño pero seguía con los mismos juegos y las mismas ilusiones. En el cine todavía no podías ver las prohibidas para menores de 14 años, y hasta que se llegara a los 15 no vendría el tiempo de algún baile, de alguna noviecita/a.

Durante mi adolescencia veía como para los más pequeños, de otras familias, había una asignación importante en compras favorecidas por el cobro del aguinaldo por parte de los padres; del padre –aclararé- puesto que eran pocas las mujeres que trabajaban.

Ya presto a casarme los niños fueron los sobrinos de mi novia, que estaban lejos, y los primeros hijos de algunos amigos que habían apresurado el trámite.

Entre ellos aparecieron los ahijados, se buscaba padrinos entre los solteros construyéndose una relación importantísima porque constituía una suerte de hermandad: los compadres.

Sí, Dios no lo hubiera permitido, había una infidelidad que esta no sea con el compadre o la comadre porque suponía casi un incesto.

Los padrinos constituían también un reaseguro ante fatalidades posibles. Si llegaba a morir uno de los padres esa responsabilidad la heredaba el compadre o la comadre. Aunque en la iglesia te decían no era tan así, que los padrinos debían acompañarte en la construcción de tu vida espiritual.

Había algunos casos en los que a la muerte de un padre o madre, una comadre o compadre podía constituir una responsabilidad de pareja, una suerte de levirato que se miraba con gran naturalidad.

Se bromeaba en algunos casos sobre la situación de esa persona que en materia de familia “ya había encontrado todo hecho”.

Si había un enlace entre dos viudos el vínculo entre los niños recibía el nombre de entenados.

Algunas personas, dado su bienestar material, eran buscadas para padrinos. En los cumpleaños se podían ver la cantidad de pequeños, y no tan pequeños, algunos de los cuales –si el padrino era soltero- suponían que algo les correspondería como herencia.

Con los años la Iglesia, ya con compromisos más críticos con el sistema, buscó que esta fiesta fuera asumida como un festejo de toda la familia, pero la idea no prendió.

Cada día del niño suponía una oferta en productos de regalo, y algunas canciones referenciales a la infancia que conmovían especialmente a los abuelos.

En los últimos tiempos de la dictadura se pudo ver festejos colectivos que reunían a la gente por sindicato.

Con el retorno a la democracia las celebraciones pasaron a los partidos políticos, y más ahora: a las instituciones gubernamentales.

Hace unos años por la redes consultamos quienes nunca habían recibido una dádiva del gobierno en este y otros casos, cosa que se podría volver a leer.

También a crecido el número de ONG que buscan mejorar la condición de vida de la infancia, tan o más vapueada como el conjunto de la sociedad argentina.

Y entonces nos envuelven algunas consignas que forman parte de un credo de la felicidad para grandes y chicos: “los únicos privilegiados son los niños”, o “los niños son la patria del futuro”.

Hasta esta que cambiaron los títulos celebratorios y comenzó a hablarse de la niñez, cosa que algunes asimilaron y otros no.

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