Entre las rutinas, que bien podríamos llamar tradiciones, que sosteníamos en familias en el antiguo Río Grande estaban las observaciones y registros que permitían pronosticar el funcionamiento climático durante en año nuevo.
Para eso mi padre solía utilizar el dorso de
un almanaque colocando previamente el listado de los meses, e incorporando
luego el comportamiento del primer día del año para enero, el segundo para febrero,
el tercero para marzo.. y así sucesivamente.
Si el primero de enero resultaba ser calmo en
vientos y nuboso, así sería el comportamiento general de lo que restara del
mes, luego del período de registros predictivos.
Por algún motivo, cuando mis padres avanzaron
en edad se comenzaba bien con los registros, pero se olvidaban de registran lo
que pasaba en los meses del último trimestre. Y a la par también se dejaba de
consultar el dorso del almanaque en la temporada estival. Pero cuando llegaba
el invierno, que siempre en Río Grande parece venir distinto a lo que se lo
espera, se recurría al almanaque y se encontraba que allí estaba registrado lo
que efectivamente estaba pasando.
Mi padre afirmaba que esa era una costumbre
ancestral de su familia. En algunos caso aseguraba que la tradición venía de
españoles mexicanos, en otras que era propia de los indios de la Araucanía.
Mi madre solía decir que entre los dálmatas la
costumbre comenzaba el día de San Esteban –26 de diciembre- correspondiendo
este registro al mes de enero, y que el último era para la fiesta de Reyes y el
mes de diciembre siguiente. En Europa estos registros se daban en invierno, y
mamá subordinaba sus costumbres a las de mis padre que resultaban acertadas.
Cuando enviudó el primer año nadie anotó nada, pero con el tiempo vimos que
ella registró en una libretita Cooper sus observaciones “al estilo europeo”,
señalando al menos por un par de años los aciertos, que fueron diez sobre doce
meses.
Yo algunos años hice la observación paterna, y
en otra la materna, consiguiendo experimentar finalmente que tanto uno como
otro caso tenían los sistemas de observación gran capacidad de acierto.
Con lo años me asombró encontrar en El mito
del Eterno Retorno, de Mircea Eliade (*), referencias a esta práctica todavía
difundida en el ámbito rural, como propia de la antigua Grecia y otros pueblos
del mediterráneo.
(*) Mircea Eliade (Bucarest, Rumania, 9 de marzo de 1907-Chicago, Estados Unidos, 22 de abril de 1986) fue un filósofo, historiador de las religiones y novelista rumano, así como profesor de la Universidad de Chicago. Fue un destacado intérprete de la experiencia religiosa, y estableció paradigmas en los estudios religiosos que persisten hasta nuestros días. Su teoría respecto a que las hierofanías forman la base de la religión, dividiendo la experiencia humana de la realidad en espacios y tiempos sagrados y profanos, ha sido muy influyente.1 Una de sus contribuciones más instrumentales a los estudios religiosos fue su teoría del eterno retorno, que sostiene que los mitos y rituales no solo conmemoran hierofanías, sino que, al menos en las mentes de los creyentes, participan en ellas. Dicho por wikipedia.
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