He vuelto a escuchar la entrevista que le hiciera a la
señora de Canales el 20 de julio de 1994. Me he convertido satisfactoriamente
en oyente de mí mismo y escucho de 21 a 22 aquellos protagonistas o testigos
del ayer que me contaban sus cosas, nuestras cosas,
Nora Otey de Canales llegó siendo niña a Río Grande en 1938.
Creció en la casa de la telefónica, esa que hace poco se identificaba como
Castillo del Puerto, y fue a la escuela 2 cuando funcionaba en la actual
intendencia.
Aprendió domésticamente el funcionamiento de la central
telefónica, cuando la consola tenía 20 fichas, clavijas, switch.
Así que todo eso fue su trabajo, por el qué dos años más
tarde, hecha ya una mujer hecha y derecha le tocó ser testigo de una
acontecimiento del cual no me trajeron noticias otros antes.
Me he valido de esa memoria para solicitar la ayuda de la IA,
y así ilustrar esta evocación.
Los operarios del frigorífico estaban disconformes. La
comida era mala. Estos episodios laborales centrados en la mala alimentación
habían motivado muchos años atrás la protesta de “mucha carne y papa ná (nada
de papas)” que siempre recordamos risueñamente.
Norita estaba haciendo su reemplazo en la central del
Frigorífico, que un día terminaría por quemarse, y allí Blanca Barría tenía un pingüino
guacho al que alimentaba con las sobras de la cocina del establecimiento.
Los obreros paralizaron sus actividades. La administración
pidió ayuda de la fuerza pública. La presencia policial incrementó los
problemas. Al rato se reclamó presencia militar. Las soluciones fueron
drásticas: como la mayoría de los manifestantes eran chilenos se procedió a
subirlos a camiones y llevarlos a la frontera, sin más trámite. Esperando
actitudes más dóciles por parte de los entrerrianos que conformaban el selecto
grupo de los mejores carniceros.
Pero entonces hubo un hecho curioso que cambió el destino de
esta historia. El pingüino de doña Blanca fue llevado a almorzar y no quiso comer, indudablemente la
alimentación estaba tan más preparada que ni el silvestre y siempre hambreado
pájaro la podía aceptar.
Esta novedad parecía un chiste pero era real. Fue entonces
que se le pidió opinión al capataz sobre esta situación, y así hizo Mirco, que
ni bien probó el alimento torció la calle en un gesto.
Al rato hubo de dar marcha atrás en algunas decisiones y
tomar otra solución drástica: despedir al equipo de cocina.
El marcha atrás fue conseguir que los desterrados en su
tierra accedieran a volver a trabajar. Se dice que se plantaron en la frontera,
y enviaron a una comitiva de cuatro operarios los que se sentaron a la mesa
donde estaba lo que habían preparado el cocinero de la Casa Administración, y
sus mozos siempre elegantes.
Hubo consentimiento que si iban a seguir comiendo de esa
manera podrían volver a la faena.
Pero antes de partir los camiones del retorno, hubo que
hacer una consulta al pingüino…
Esta historia continuará.
La foto con Norita es del 7 de agosto de 2015 en Radio Nacional. Las restantes imágnes me las proporcionó mi celular. Las figuras aparecen como achinados.
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