La radio estaba para ser escuchada por todo tipo de oyentes, y en este tipo no distinguíamos la edad de los receptores.
Con el término mermó la concurrencia
de niños y jóvenes interesados por seguirnos.
Un escrito de Gustavo Ocelli,
periodista local asentado en la CABA, testimonia lo que representaba la radio
en él y su familia.
El primero en levantarse en casa era
mi viejo. Se dirigía a la cocina y, antes de preparar el mate, encendida la vieja Tonomac; estaba
sintonizada en la 640 Mhz de LRA24, por mucho tiempo, la única radio local que
funcionó en Rio Grande con programación diaria.
Desde mi cama escuchaba, entre sueños, "una luz en el camino"
y “los mensajes al poblador rural” hasta que “Canción para mi pueblo joven” me
indicaba que había que levantarse para ir al cole. Esa era la cortina de
“Lavando cebaduras para intimar y conocernos”, un programa que tenía como
emblemas al veterinario Adrián Bitsch, con su militancia contra la hidatidosis,
y al inconfundible “Mingo” Gutiérrez.
LRA24 fue la banda sonora de una parte de mi vida; recuerdo los
almuerzos de los sábados con “Música sin palabras” de fondo, al viejo, y sus
ronquidos, escuchando los partidos durante la siesta del domingo, enterarme de
la recuperación de las Malvinas, ese 2 de abril de 1982, y la transmisión del
sorteo de la Colimba y ese bendito “318” que me hizo zafar de hacerla.
Los primeros años de secundaria, en épocas de jeans nevados, “La mejor
música para la mejor noche” marcó su impronta; salía los sábados y su sello eran
las dedicatorias entre oyentes. Con mis amigos usábamos ese servicio para
mandarles mensajes a las chicas que nos gustaban; además de aprovecharlo como
"autobombo" con dedicatorias de “admiradoras” ficticias.
Cuando íbamos al campo, era la frecuencia que sintonizaba nuestra
portátil y, al volver de vacaciones en auto, escuchar la 640 era señal que
estábamos cerca de casa.
La tele, empezaba por la tarde. También teníamos un solo canal, el
“Onita”. Vivimos junto a LU88, TV Canal 13, el cambio de época y de tecnología.
Palpitamos con las carreras del Lole y las peleas de Monzón, festejamos los
campeonatos del '78 y '86 y disfrutamos de programas emblemáticos de esa época.
Tanto la radio como la tele eran y son medios públicos y fueron los
únicos a los que teníamos acceso y estaban, en ese rincón austral donde nací y
crecí, para entretenernos, informarnos y para mostrarnos otras costumbres y
culturas de esta Argentina extensa y diversa sin importar el rating.
Hoy las urgencias comunicativas
dieron vida a emisoras donde se atienden a distintos sectores, mientras se
impuso en LRA 24 el esquema informativo, sobre aquellos otros fines por los que
se debía instruir entreteniendo.
En la foto: el joven Ocelli saliendo de la adolescencia.
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