Por ser tan reciente la historia de Río Grande, y con ella la del norte fueguino, es posible establecer cuando pro ejemplo comenzó a festejarse la Navidad.
Esto fue en el marco de la Misión de Nuestra Señora de La Candelaria,
para el año 1893. Los salesianos habían terminado de instalarse en la ribera
norte del principal río de la Tierra del Fuego con el propósito de dar vida a
una establecimiento evangelizador en tierras de indios onas, pero estos
tardarían en hacerse presentes hasta el viernes santo del año siguiente, por lo
que las conmemoraciones de los religiosos fueron dadas entre los escasos
integrantes de la comunidad y seguramente –dado su origen- en idioma italiano.
Ya por el año 1886 se había hecho presente en la zona una expedición
argentina comandada por Ramón Lista la que recorrió el extenso litoral de
nuestra Isla Grande. Viajaba con ellos Monseñor Fagnano, el propulsor de la
futura misión de Río Grande. La marcha de los expedicionarios los encontraría
para Navidad y Año Nuevo mucho más al sur de donde hoy está nuestra ciudad, y
el sacerdote que viajaba como capellán no pudo oficiar la misa en las siete
semanas que duró la travesía puesto que el altar portátil del que disponía fue
olvidado en la nave que los trasportó hasta este sur.
Río Grande comenzó a poblarse a partir del desarrollo ganadero que
trajo contingentes de trabajadores masculinos, en muchos casos ligados a tareas
estacionales, con lo que esta situación de familias lejos fue invadiendo a las
fiestas de fin de año de un clima de ausencias y nostalgias.
La actividad ganadera incorporó al mismo tiempo un elemento
gastronómico: el cordero.
En buena medida, aunque los tiempos pasen, nuestras fiestas de fin de
año esta acompañadas de cordero y nostalgias.
La acción oficial ha generado ciertos ritos. A partir de los 90 la
Municipalidad enciende cada 8 de diciembre su árbol de Navidad en las
inmediaciones de la Plaza de las Américas, espacio convergente en el centro
geográfico de la población. El árbol en cuestión es de enormes proporciones y
está armado simplemente de luces. La ceremonia de encendido congrega a miles de
vecinos que comparten luego el festival montado con fuegos artificiales.
Este espectáculo luminotécnico se repite para el Año Nuevo,
generalmente a la hora 1 del primer día, dejando un tiempo para que los brindis
y salutaciones dejen luego la oportunidad de concurrir lo más cercano posible
al epicentro de las detonaciones. Allí se concurre con los elementos para
brindar, porque siempre se va a encontrar a conocidos y amigos que de otra
forma no se hallarían para estos momentos de jolgorio.
Una mayoría de la población ha llegado en los últimos veinte años,
manteniendo dependencias afectivas con sus lugares de origen. Esto se traduce
en programación de vacaciones para esta época del año, tratando de estar en el
pago para al menos una de las dos fiestas, lo que complica las demandas de
pasajes o conlleva a una sostenida migración por tierra a las distintas
provincias. Cabe señalarse aquí que nos encontramos a 3000 kilómetros de la
Capital Federal, y que vivimos en una Isla que compartimos con Chile. Por lo
que salir al país significa atravesar cuatro fronteras y experimentar una
navegación. ¡No ha faltado aquel que por sumatoria de dificultades pueda
recordar Navidades pasadas esperando el cruce, o en travesía por la extensa
Patagonia!
La nostalgia que en otro tiempo se traducía en todo un ritual de
tarjetas de salutación, las que eran enviadas ni bien se armaba el arbolito
para que llegaran a tiempo a sus lejanos destinos, hoy se ven reemplazadas por
las comunicaciones telefónicas que buscan brindis a las distancias en las
medianoches: son instantes de líneas ocupadas.
Para los Niños, la Navidad es fiesta de regalos, en otros años dados
los distintos sistemas de promoción económica que tuvo nuestro territorio
fueguino, era posible la adquisición por parte de Papá Noel –que para entonces
era mejor conocido como El Viejo Pascuero- de toda una serie de juguetes
importados cuando todavía existían en el país una industria nacional de
juguete. No obstante ello, la costumbre de la correspondencia llevaba a dejar
el regalo de la Navidad a elección de los padres, pero el Reyes a demanda de
los niños centrada casi siempre en aun autito o pelota en los varones, una
muñeca a algo para mejor vestir a las que ya se tenía entre las niñas.
Pero hasta 1962 estas fiestas tenían en los pequeños una significación
mayor: era un período excepcional de vacaciones de dos semanas –equivalente a
lo que en el resto del país eran las vacaciones de invierno- es que en esta
zona, y dado el rigor climático las clases iban de septiembre a mayo, y las
vacaciones cortas eran las de fin de año.
Junto a los nostálgicos que hace de la comunicación su esencia de
festejos, existen núcleos poblacionales más arraigados que incluso de alejan de
la ciudad para estas fiestas: son los que acampan en la zona boscosa donde
vienen a armar al aire libre, sus lugares de fiesta. A veces constituyendo el
único espacio que puede contener holgadamente a la familia que ha crecido, o a
varias familias de amigos que se dan cita de esa forma para esos días.
Esperando que no llueva.
Claro que hay muchos que consiguen el mismo efecto multitudinario
quedándose en el pueblo.
Es que en la construcción de la vivienda riograndense se viene
privilegiando un espacio: el quincho. Centro neurálgico de numerosos hogares
donde una amplia parrilla recibe en lento proceso de cocción a los corderos
nacido en septiembre, siguiéndose en cada caso recetas que se estima son las
apropiadas e infalibles para degustar el mejor cordero del mundo. Aunque están
los fundamentalistas que no lo comen si no está hecho “al palo”.
Las Iglesias propician sus encuentros en la mayoría de los casos
atendiendo a dejar liberada las medianoches. Se disfruta en los días previos de
los pesebres vivientes, los que son motivos de esmero en numerosas
organizaciones comunitarias, incluso en escuelas públicas como motivo de actos
de despedida.
Finalmente diremos que en nuestra ciudad se encuentra terminantemente
prohibido el uso de pirotécnia, con resultados alentadores en cuando a la
disminución de heridas en las personas, e incendios en las viviendas que por
ser aquí construidas mayoritariamente de madera representaba un riesgo muy
alto.
Dada la latitud en que nos encontramos, para esta época del fin de un
año y el comienzo de otro, el sol comienza a rallar en el horizonte pasadas las
tres de la mañana, con lo que no es difícil trasnochar. De allí que los
festejos tienen en cuenta la cena –alimentada por las diversas tradiciones de
origen de los distintos grupos familiares que integran nuestra comunidad- pero
agregan también la idea de un desayuno, que en el caso de los mayores puede
resignarse a unos sobrios mates, esperando a los jóvenes que hayan salido a
bailar.
La foto nos muestra la pirotécnia que se está usando en otros lugares, en tiempos es que está creciendo la prohibición.
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