LRA 24 Y SU CINCUENTENARIO: AQUELLA MUSICA CULTA

 



Al comenzar la radio en 1973 la programación contenía espacios dedicados a la llamada entonces Música Clásica

Cincuenta años después esa propuesta fue inexistente.

El primer momento se alimentó de discos prestados, y no eran muchos los que tenía en estos géneros entonces considerados cultos. La idea, no obstante estar en un confín del país y sus grandes manifestaciones sinfónicas, era que en un momento del día alguien podía sentarse ante la radio como si estuviera en una butaca del Teatro Colón.

El material de conciertos llegaba grabado en varias cintas que no cubrían la demanda, con lo que debían repetirse sin parecer que hubiera quejas por ellos. Más bien en la radio se justificaba esta contingencia porque se suponía que de repetir y repetir se podría incorporar estas grandes creaciones al gusto de las masas.

Las grabaciones tenían distintas duraciones y con ello se debía agregar música instrumental en esos días que cada sello grabador tenía sus músicos: Ray Conniff, Lafallete, Werner Muller… sin ningún tipo de identificación por parte de los locutores.

Pero al mes de inaugurada LRA 24 el país ingresaba a una nueva experiencia democrática –materia rara en esos tiempos- era un Gobierno Popular que llevó artistas del tango al Colón, antes de sacar la música de ese panteón a escenarios barriales y provinciales.

Estos dos géneros que mencionamos se repartían dos momentos especiales de convocatorias frente a los receptores, para el almuerzo Sobremesa musical, para la cena la Culta que algunos catalogaban directamente como Música Sacra.

Pero en el 76 hubo una marcha atrás en materia de difusión de lo selecto. El mediodía pasará a identificarse como Música sin palabras –donde ingresó todo lo que no tuviera canto- y la noche clásica, ya con más material propio en gran medida porque Montecarlo, de donde proveía nuestros productos musicales, comenzó a traer música de ese estilo, pensando no solo en nosotros, seguros clientes sino algunos de tanto escucharnos.., se refinaría.

Con la llegada en 1977 de Miguel Bersier este fue durante un tiempo el seleccionador y locutor de esos temas, cosa que hacía inicialmente en vivo.

Pero con los años hubo colaboraciones que podemos recordar. Se dio el caso de un obrero de la construcción de origen italiano que venía varias veces a la semana eligiendo los discos, y extrañando su concurrencia al Colón donde su familia, de humilde origen, se abonaba a la galería del primer coliseo argentino.

Mucho tiempo después, cuando nuestro seleccionador no se acostumbró a la vida fueguina y se fue, comenzó el turno de la hermana Alicia –del Instituto María Auxiliadora- ella elegía los discos y anotaba la pronunciación que debía dar el locutor en cada caso. Por entonces se pedía a nuestras voces que leyeran la contratapa de cada LP donde venía una reseña erudita del producto.

 

Pero para entonces, después del 83, la hora clásica pasó a las 23, y por la FME.

Con los años el turno nocturno pasó a ser escenario de las transmisiones deportivas que mermó el trabajo para el personal de esa hora.

Y el tercer colaborador fue Don Enrique Schulz, un empleado de rentas municipal, que venía solo un día a la semana. El espacio clásico estaba precedido de media hora de jazz, según Enrique: para ir ablandando la oreja. Schulz privilegiaba las orquestas germánicas sobre las eslavas. Y ya se estaba trabajando con CD, propios o del colaborador.

Durante un buen tiempo los días marcados por esta música era la Semana Santa. Después se perdió, vaya a saber, en un viaje sin retorno.

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