LOS PUENTES DE LA MEMORIA.35. Pequeño alto: “De como al estar en la punta de un mundo llega a lastimar el filo del desamparo y la soledad”

 


El Suboficial Benítez ensayó durante más de una semana lo que sería la ceremonia inaugural de la colocación del mástil, la bandea y el destacamento de la Prefectura Naval Argentina en Espíritu Santo. Hasta entonces el Cabo había tenido tan sólo referencias del lugar al que se lo sabe como el extremo norte de la Isla Grande de Tierra del Fuego. Al entrar en detalles de lo que sería el acto, para el cual se desplazaría medio mundo, ocupó parte de su tiempo como Operador de Radio Nacional para juzgar su desempeño en lo protocolar del momento. Nosotros lo veíamos encerarse en el estudio mayor en el cual, en una de sus esquinas, ante un grabador Magnecord a cinta que servía para editar algunos programas seguí la rutina impuesta y energizaba órdenes.

 

El día del acontecimiento la plana mayor lo vio a Fabián Sebastián enfrascándose en su papel, pensando tal vez en su Esquina natal, en esa esquina de la Isla Grande, sector argentino. Y asistió la radio. Y asistió la televisión, aunque bien se cuidaron de mostrar que a unos pocos metros, al otro lado del alambre, existía una guarnición similar, pero primera, que custodiaba lo que es soberanía para Chile.

 

Cuando se ingresa al laberinto petrolero de rutas que recorre la Estancia Cullen la intuición es el hilo de Ariadna. Por eso, sin tener más memoria que la vista al mapa en la oficina del establecimiento, y alguna memoria de una antigua travesía a caballo, se pasó por el puesto donde Don Juan Reiñanco ya había salido con un arreo y se continuó en rumbo noroeste tratando de llegar al extremo norte de nuestra provincia.

 

Nos dice la Toponimia editada por el Instituto Geográfico Militar que debe su nombre el Cabo Espíritu Santo a la expedición que realizara en la zona el marino español Frey García Jofré de Loaysa, dado que una de sus naves, la tripulada por Juan Sebastián Elcano –que llevaba el nombre de Santi-spiritus, había naufragado en inmediaciones del Cabo Vírgenes. Con otros nombres lo conocieron gente de distintas nacionalidades, y entre los nuestros –después de haberlo visto- me quedo con la voz Tarrsen que significa Barranco a pique.

 

Lo que el tratado de límites de 1881 resolvió en los papeles no fue tan fácil de hacerlo en el mismo terreno. El Cabo Espíritu Santo era, a la luz de los acuerdos, el límite norte de la demarcación argentino-chilena en la Isla Grande, entendiéndose su ubicación como los 60 grados 38 minutos oeste de Greenwich, pero en el trabajo topográfico esto no fue así: una línea de estas características le dejaba a Chile salida al Atlántico por la Bahía San Sebastián y toda Ushuaia en manos extranjeras, asi fue como el Hito1 fue objeto de la cordura al levantarse en el lugar en 1894.

 

Llegar hasta Cullen exponernos a un paso del confín norte. Divisar entre el laberinto de las huellas una amplia laguna y un promontorio al fondo es descubrir el destino. Pasar junto a la baliza ciega, descubrir la surgencia de agua… subir, subir, subir.

 

Las fotos son elocuentes sobre lo externo del momento. Recorrimos el límite del alambre donde otros días la Comisión de límites se perpetuó sin perpetuar sus nombres. Aquí, el flexiplás retocido por la lluvia y el sol, algo que fue el piso de la vivienda donde la Argentina estaba algo más que en los papeles. Allá una construcción prolijamente pintada con el nombre de lugar. Acá, los túmulos de cemento  de los que fueron algunas instalaciones sanitarias. Allá, un generador eólico y un faro de clara intermitencia. Aquí, un mástil sin driza ni bandera, un mástil inclinado curiosamente contra el viento. Allá, el enhiesto hierro donde flamea la bandera del país vecino. De este lado ninguna bandera argentina, por tierra señales que identifican la presencia de TOTAL; la nueva petrolera. Allá, un vehículo japonés al servio de los que no asomaron para controlar nuestra incursión. Y las mariposas extrañas.. de un mediodía en que bajé el barranco, caminé la costa, mojé mis manos en el Atlántico, divisé a lo lejos las plataformas petroleras; las mariposas que, sin contemplación de mi estupor por el descubrimiento, volaban de un lado a otro: ora por los suelos y cielos de Chile, otra por suelos y cielos de esta otra patria.

 

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