CARLOS JUAREZ ALDAZÁBAL, poéticamente entre nosotros: nadie enduela su voz como plegaria”

 

 

Enn noviembre de 2002la editorial Tantalia/Crawl a puesto en el mercado el poemario de Carlos Juárez Aldazábal que por el 2001 mereció el Primer Premio en el “Segundo Concurso Identidad , de las Huellas a las Palabras”, propiciado por las Abuelas de Plaza de Mayo.

 

El autor cumplió en la tarea de escribir su obra un periplo fueguino siendo para el caso recibido por Patricia Liliana Cajal, en su momento redactora de El Sueñero, Mensuario de Letras que se publicaba en esta casa.

 

Juárez buscaba recorrer las huellas del dolor de los fueguinos de otrora, puesto que llegó a nuestro solar fueguino mediante una beca que le concedió un calificado jurado integrado por  Cristiña Piña, Osvaldo Requeni  y Raúl Vera Ocampo.

 

Diana Bellezi afirma que “nadie enduela su voz como plegaria” constituye un “homenaje de un poeta, cuya alma oye el alma grande de un pueblo al que persigue y ensueña”. En tanto que Osvaldo Bayer asegura que “representa un aporte a la comprensión de todos estos mundos que fueron desapareciendo a medida que llegaba el hombre blanco”.

 

El libro en sí se divide en dos partes, la primera identificada como “hain” reelabora la relación entre en nativo y las espiritualidades de su entorno: “Narrador del futuro/¡trazarán estas palabras la caída/de una estrella fugaz/invocando a los muertos?”.

 

Con Carlos anduvimos visitando a los muertos de la raza selknam, en enterratorios señalados e innominados; ese es el terraplén sobre el que se levanta la segunda parte de libro, y la que da identidad a toda la obra. Allí encontramos títulos de alto grito, como En el cementerio de la Misión, o Tumbas de Río Grande, pero también el descubrimiento en común dado sobre mi calle, la que por un lado se llama Rafael Obligado, y por el otro continúa como Lola Kiepja.. ambos poetas.

 

Por aquel entonces buscaba ordenar el mundo de los muertos, y Carlos llegó para indicarnos –muy sutilmente- que el desorden está en nosotros. 

                                                                                                   Óscar Domingo Gutiérrez





Del libro transcribiré dos poemas, el primero que nos fuera dedicado a Patricia Cajal, Fredy Gallardo y
 a mí:

Tumbas en Río Grande

La ciudad fue fundada por la poesía:
priemro sustantivos, después verbos
y finalmente la gracia de lo anónimo.
Antes dela ciudad; túmulo de guanacos,
buscadores de oro,. mercaderes.
¿Y  mucho antes?: los selknam.

Como en todas las ciudades
existe otra ciudad detrás de sus muros:
"la casa de los muertos", podríamos llamarla,
ya que la poesía, en Río Grande, 
         permite esas licencias

Aqui se juntan  a charlar amenamente
personas que en la vida tuvieron sus disputas,
sus préstamos, sus deudas,
su cuota de poder y de desdicha.

¿Y doña Angela Loij?

Dialoga con Lola y con Segundo.
Con los antepasados y los hijos.
Conmigo, que busco entre las lápidas su nombre,
porque su nombre me habla del destino,
la furura parcela dispuesta a mi descanso.

"Pobre, Loij, pobre. Fuego en la casa.
Pobre, Loij, pobre. Tierra en las patas,
tda la poseción de la sin tierra.
Pobre,  Loij, pobre", mecuenta la señora.

Yo también digo "pobre"
cuando cansado de buscar
                 entrelas lápidas
me siento en una tumba
y soplo entre mismanos.

Identidades.

Pero mi hijo se va a llamar Kausel,
Kausel Pérez, selk'nam va a ser, ona,
porque este suelo fue casade los onas,
                 según dicen los libros.

Conocí a algun os onas: Nelly Penazzo,
que era doctora, poeta y visionaria,
mi amigo David, que es mochilero,
estuvo en el Bolsón,
y fue mapuche, y toba y chiriguano.

¡Que no son de verdad?
¿A quien lo consta?
¿Inciste la verdad con sus espejos,
cuando debe mostrar
las cars dela ausencia?

Contra esos vidrios arrojo una pedrada
               para seguir andando.

Por eso mi hijo se va a llamar Kausel,
Kausel Pérez,
y va a llevar su nombre con orgullo.


El flas fotos aparezco presentando el libro del tucumano el 5 de noviembre de 2002, en la Casa Cultural de la Comunidad Indígena Rafaela Isthon. La portada del libro es la segunda imagen, y la tercera una más actual de autor.


                       














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