Nació en Punta Arenas y el 8 de octubre de 1947 llegó a Río
Grande para quedarse. En ese salto hacia lo fueguino pasó por Porvenir viniendo
con una recomendación del párroco del lugar, Mario Zavataro, para que se lo
emplee en la Misión de Río Grande.
Su interlocutor de bienvenida fue el maestro Colombo y
recién para el primer cobro guardó relación con el prefecto, el Padre César
Virgilio Campos.
Mientras tanto trabajó en la
construcción de la capilla, entre el colegio y la carpintería, obra que
había quedado inconclusa dos años antes al morir el coadjutor Faustino Minici.
En Porvenir había quedado su familia, la esposa –Guillermina
del Carmen Cabello-, y las dos hijas mayores. A tiempo se trasladarán también a
nuestra localidad, donde el número de hijos subirá a cinco.
A los trabajos de la Misión se sucederán los del María
Auxiliadora en el pueblo. Allí secundó a dos albañiles constructores de origen
italiano: Caciola y Bultagio, haciendo él las tareas de carpintería, cabreadas,
ventanas y puertas. Es la parte de la edificación con techo de fibrocemento.
En la Misión se lo esperaba cuando volvía a haber
presupuesto, entonces terminó la construcción de la cabaña que llevó el nombre
de Domingo Aguerre, y la panadería que merecería llevar el nombre de Jorge
Etérovic.
Y tuvo su desempeño en estancia Libertad, de Franka Sucic, y
los cerros de la señora de Soneyra, en ambos casos a veces era mecánico y otras
constructor.
Con la familia afincada en nuestro lugar alquiló en Alberdi,
casa de Carlos Bon –sobre Alberdi al 300- , levantando en el tiempo su casa en
Bilbao y Piedra Buena en un solar comprado a Rufino Álvarez
El algún momento probó trabajar en el frigorífico pero nos
contaba que la tarea era dura y no del todo bien remunerada. Hasta que un día
lo empleó Juanito Visic, con lo que comenzó a desarrollar trabajos de mecánico
que lo acompañarían la mayor parte de su vida.
Con Desenko nos solíamos encontrar en la concina del hotel
Argentino, cuando pasábamos a hablar con la señora de Delicm y el tío Lucas. Cada tanto volvía
su memoria hacia el mozo de 23 años que llegó para quedarse. Como tantos constructores
magallánicos que levantaron nuestro pueblo.
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