Fue en 1986 cuando se logró en Río Grande la primera producción íntegramente fueguina, el cassette de Walter Buscemi que llevó por título: Tierra del Fuego a Fuego.
Walter contaba con 29 años recién
cumplidos y se encontraba de regreso. Sus primeros pasos en la canción habían
sido cosa de la adolescencia. La terminación de la escuela secundaria lo llevó
a conocer otros escenarios, a andar el país con sus búsquedas interminables,
donde en algún momento se hizo conocer con el apellido de su madre: Ferreira.
Pero en Río Grande el Buscemi no
podía ser otra cosa, y sobre las viejas canciones -ensayos y primeras armas del
compositor que andaba en él- nació el repertorio del regreso, marcado por un
tiempo en que la naciente democracia dejaba amplios espacios para la expresión.
El chico de la CAP ya era el cantor
del pueblo, y analizó entre amigos la posibilidad de generar una grabación que
lo proyectara desde los espacios inmediatos donde se lo conocía, hacia todo
lugar y tiempo donde se podría apreciar sus logros, y encontrar en él la
identidad de un cancionero fueguino en gestación.
El lugar apropiado no era otro que
LRA 24 -Radio Nacional Río Grande
-, y la autorización del Director, Don Miguel Bersier, le abrió las puertas. La
emisora contaba con equipamientos indispensables para la tarea: los micrófonos
Newman, que pese a estar en servicios desde la inauguración de la filial -en
1973- eran de lo mejor que se podía reclamar, los grabadores Revox, con los que
había sido reequipada la emisora luego de la inauguración de sus señal de
Frecuencia Modulada Estereofónica; y algo más importante todavía: la condición
acústica de su estudio mayor donde fue a montarse el estudio de grabación.
Piezas fundamentales fueron dos
hombres: Daniel José Pisano, operador de la casa radial, quien controló todo lo
referente al registro en cinta abierta; y Alejandro Crocci, un empleado de
Aerolíneas Argentina, que tenía además de las ganas de realizar la mezcla, la
consola apropiada para la tarea a desarrollar.
El trabajo fue durante el mes de
agosto, a lo largo de dos semanas, de lunes a viernes; con la necesaria
interrupción de martes y jueves porque ese día Alejandro debía atender los
vuelos nocturnos.
En todo esto rondaban ciertas
presencias amigas; el flaco Leite (Daniel), Osvaldo Muñoz, y la gente del turno
noche de Nacional, más los curiosos que llegaban en punta de pie por el pasillo
del piso alto, como previniendo cualquier alteración que podría dar por tierra
el trabajo paciente del músico y los técnicos.
Cuando al fin se terminó con el
trabajo local, se acudió en Buenos Aires al Estudio Moebio. El producto resaltó
la marca de calidad y laboriosidad que orientó todas esas noches. “Después
-recordaba Pisano- me quedé medio vacío, porque todo aquello se vivía con una
gran intensidad, y de pronto terminó. Por suerte, y durante algún tiempo, hasta
que el cassette llegó a nuestras manos, se presentó y comenzó su venta, nos
fuimos encontrando para festejar… y eso con Walter es tarea de nunca acabar.
Rastros en el Río
Diario El Sureño
20 de Mayo de 2001
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