El norte de la desembocadura del Río Grande se ha convertido por el ir y venir de personas en relación a la actividad rural que ha crecido en los últimos 25 años, en un centro poblado de relativa importancia y confiado porvenir, pero no se habla de él como de un pueblo ya que se lo identifica como “el puerto”.
Es que allí los Menéndez han
levantado un embarcadero que hace confluir producción y servicios para sus
establecimientos situados en el norte fueguino, de la misma manera que en el
sur lo hicieron con su gran establecimiento de la Primera Argentina ya
convertida en Frigorífico.
Los demás establecimientos
ganaderos, de ser necesario, encuentran que deben pasar por estas factorías
antes de tener destino propio en los primeros caminos que se han abierto a la
vez como necesidad y empuje del sector latifundista.
En el puerto existen algunos
comercios. El más antiguo es administrado por el español Francisco Bilbao,
socio-agente de los Menéndez que llegó de Punta Arenas en 1905 y que hoy ocupa
un lugar privilegiado dentro del espacio riograndense: la zona de las barrancas
que por momentos hace olvidar la continua presencia del viento en estas
latitudes.
El estado argentino tiene una
leve presencia en el lugar, también sobre la barranca está la policía –sometida
a los cuestionamientos y conflictos de la época-, y en sus mismas dependencias
el Juzgado de Paz. Junto al muelle la Ayudantía como policía de la navegación.
Y nada más.
Para la primavera, el Segundo
Comandante del Transporte Naval Vicente Fidel López visita el poblado y realiza
del mismo un croquis de amanzanamiento, allí figuran todos los que tienen casa
de habitación y comercio, y se traza por detrás de la barranca toda un área que
podrá ser entregada a nuevos ocupantes.
En aquel primer diagrama
espacial de nuestro pueblo/puerto aparece un joven oficial, Emilio Rodríguez
Villar, quien pluma en mano fue construyendo la idea que más tarde tomaría
fuerza con la creación de la Colonia Agrícola
Esteban Repetto, comandante de
esa nave, y gobernador interino, delimita en sus proyectos tres áreas; la
histórica del barranco –ya ocupada-, la del muelle de precaria tenencia para
algunos particulares, y el nuevo amanzanamiento que ocupará los flancos de lo
que algún día será Perito Moreno, entre 11 de julio y Piedrabuena. ¡No se
necesita más!
El primer amanzanamiento
registra esta serie de ocupantes: Simón Imperial, Francisco Bilbao, Alejandro
Lías Pol, Andrés Díaz, Arturo Varas, Bernardino Jorrín, Ramón Sosa, Federico
Martínez, Cornelio García, Marcos Barría, Marcos Obregón, Eduardo Van Aken,
Federico Ibarra, Martín Chapresto, Manuel Anllo, Pedro Triviño, Manuel Arias
Bustos, José Conchs, Antonio Roque, Pedro Oyarzo y Manuel Misa. De los quince
registrarían actividad comercial en sus domicilios, siendo las solas
excepciones el Juez (Varas), el comisario (Lías), el médico (Díaz), y un
marinero (Conchs). El ano aquel registra también las dependencias policiales
sobre lo que con el tiempo sería la calle Elcano, privilegiado espacio donde el
barranco resguarda del viento..
En Ushuaia Repetto tratará de conseguir nuevos pobladores, y lo logrará sólo con Eduardo Van Aken que se instalará primero con su casa comercial en las inmediaciones del muelle; pero la mayoría de la población seguirá llegando de Punta Arenas: al año siguiente serán vecinos de Van Aken Miguel Sucic y su señora Franca los que tendrán comercio en las inmediaciones del puente, que construido por la compañía frigorífica se levanta río arriba en lo que pronto se llamará El Tropezón.
Y no es fácil pasar por el lugar. El puente está, pero faltan los terraplenes. Por cualquier continencia climática, sobre todo en época de deshielo, se hace imprescindible la ayuda de cuarteadores para el paso de carros, carretas y automotores. Para 1926 se fijarán valores de peaje que es libre para las personas, pero si pautado para cabalgaduras, vehículos y animales en pie.
Incluimos esta relación en torno a Federico Williams Gifford, el Río
Grande más antiguo.
Nació en Río Grande el 5 de abril de 1926, hijo de Federico Thomas, un
inglés que vino a América a los 17 años, y de Elizabeth Hellen Etheridge,
también británica nacida en Malvinas.
Los padres contrajeron matrimonio un año antes del nacimiento de
Federico, y vivieron en el Frigorífico donde él era capataz, y ella trabajaba
ayudando al doctor Grondzinsky.
Los recuerdos de Federico son del sur del río, en esa pujante empresa
administrada por John Goodall, hasta que llegó el tiempo escolar y fue enviado
a estudiar a Punta Arenas, inicialmente en el Saint James College, más tarde en
una escuela particular y luego el Liceo de Hombres. Eso fue entre 1934 y 1943.
Volvía un breve tiempo en verano y ya muchacho encontró a su padre
trabajando en Sara, donde se inició en tareas rurales que más tarde continuaría
en otros establecimientos. Poco a poco se fue formando en la mecánica y como
transportista, desempeñándose en la Usina por más de 6 años, donde Esteban
Martínez –su cuñado- era uno de los dueños. Pero viaja a Buenos Aires y es
formado como mecánico de aviones sirviendo en Aerolíneas por 18 años. Ya para
entonces se había casado con Margarita Zapico, con quien va a tener cinco
hijos.
A la hora del petróleo para a desempeñarse en Laughlin & Porter, la
perforadora norteamericana, y cuando caducan los contratos acepta un
ofrecimiento laboral a Nueva Zelandia; la familia emigra.
Hoy por hoy solo una de sus hijas vive en Argentina, residiendo el resto
de su familia en Odessa, Texas, donde Federico –el más antiguo de los
riograndenses- transita su edad madura con su Margarita, su esposa.
La vida le ha dado 15 nietos y 16 bisnietos.
Sus hijos son 5 te lo describo del mayor al
menor:
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