“Y de las tantas historias para contar esta pocos saben, allá por 1980
mi papá trabajaba en el campo en un conocido aserradero ,el de Parún y nos
contaba que tenía un compañero que nunca quería venir a la ciudad ,siempre en
el campo ,una vez era Navidad y mi viejo lo convenció pasarla con nosotros acá
en la ciudad, recuerdo un hombre callado, bastante ermitaño, pelo largo ,barba
,después de unos meses nos enteramos por las noticias era un ex represor de la
Esma Raúl Vilariño quien se habría entregado a la justicia , estaba prófugo y
escondido acá en Río Grande”.
Ese mismo año la investigadora del CONICET Claudia Feld publica un
escrito donde analiza la forma y contenidos de la nota de la revista La Semana
donde Villarino es presentado con el siguiente encomillado como título: Yo
maté, torturé, declaraciones públicas de un represor en la transición argentina
(1984)
Concluyendo su trabajo de la siguiente manera:
“VER” AL PERPETRADOR: EL ASESINO BAJO LA LUPA
La
saga de entrevistas que se construye a través de los sucesivos números
de La Semana coloca progresivamente a Vilariño como un personaje
clave del GT de la ESMA, aunque ese no haya sido en absoluto su
rol, y como una figura relevante de la que interesa saber casi todo: cómo
fueron su infancia y su adolescencia, cómo se viste, qué cigarrillos fuma, cómo
piensa y qué siente. A medida que se avanza en la lectura de los sucesivos
números de la revista, va restándose espacio a las descripciones de lo ocurrido
en la ESMA y va creciendo la figura de Vilariño, casi como
una celebrity, con sus reflexiones, recuerdos y diversas “andanzas” La
primera entrevista del número 370 se centra en los hechos ocurridos en
la ESMA, pero, en el mismo número, también aparece otra entrevista
realizada por otro periodista que casi no menciona la ESMA y, en
cambio, se aboca a narrar los eventos salientes de la biografía de Vilariño.
En los siguientes números, La Semana reúne
a Vilariño con parientes de víctimas, como el padre
de Dagmar Hagelin y la hija de Haroldo Conti y con otros militares –que declaran a favor de la
represión– como el almirante Horacio Zaratiegui.(Que fue comandante del área
naval austral durante la guerra de MALVINAS) Finalmente, La
Semana dedica uno de los números a explicar la “psicología del torturador”,
con un test de inteligencia a Vilariño y un informe realizado por
especialistas. Esta centralidad del personaje en una clave cada vez más íntima,
en detrimento de la información sobre la represión, se propone también, desde
el inicio, en las imágenes que acompañan los textos.
En efecto, el primer número de la serie publica una
seguidilla de fotos a página entera en las que Vilariño se ve, con
ropa informal y aspecto despreocupado, primero delante del portón de
la ESMA luego en el cementerio de Moreno rodeado de lápidas y finalmente sobre un puente mirando un
terreno de relleno de basura (véase. Las bajadas construyen una saga que
supuestamente informa, a partir de las citas entrecomilladas de las
declaraciones de Vilariño, sobre la suerte corrida por los desaparecidos
(como hemos dicho, una de las grandes demandas de información en ese momento de
la transición). Esos textos, en la crudeza de su lenguaje, contrastan
fuertemente con la imagen de un apático Vilariño en los lugares
“claves” de la represión: “El campo de deportes de la escuela está rellenado
con cadáveres”. “Debajo de estas tumbas hay desaparecidos”, “El
Cinturón Ecológico también fue rellenado con cadáveres”.
El recuerdo de este “arrepentido” antecede en forma mucho más tardía la
presencia de un funcionario de salud elegido legislador, la de un segundo jefe
de la infantería en Malvinas. y un jefe del aeropuerto local inmersos en aquel
tiempo de impunidad.
Y uno se pregunta, ¿podrán haber otros más?. O hubo algunos que tuvieron
su tiempo de paso por esta gobernación para luego tomar rumbos más.
En las fotos: Villarino nota principal de La Semana.
Susana Ulloa, despertando el recuerdo.
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