El Intendente Colazo fue víctima de la misma
sugestión de Don Francisco Bilbao: la de
Probablemente también Colazo haya apreciado el
trabajo de la banda los días domingo, el mástil colocado sobre la arteria de
mayor circulación –no en el centro- y el monumento que mandara a construir José
Menéndez como su homenaje personal a Hernando de Magallanes. Lo cierto es que
la obra pública municipal comenzó a tirar líneas en un nuevo diseño.
Ya en tiempos en los cuales el Arquitecto
Jorge Casas no era más que Secretario de Obras Públicas de la comuna, se
presentó por televisión la maqueta de una reestructuración de este espacio
verde. Comprendía la construcción de edificios sobre sus cuatro aceras,
configurando en pleno un centro cívico que le faltaba –t le está- faltando a
nuestra ciudad. Los gritos en el cielo no tardaron en hacerse sentir, voces de antiguos
pobladores –que entonces tenían su peso- dejaron el proyecto en lo que fue, un
proyecto ideado por profesionales de
La plaza ya parecía una plaza y no había por
qué cambiarle su aspecto. Durante la gestión de Alberto Vicente Ferrer se la
había dotado de bancos, en los que de tanto en tanto alguien se atrevía a
sentarse a esperar el paso del tiempo, la llegada de alguien, o atrapar el
lento sol del sur. En mérito de gestiones anteriores un embaldosado permitía
dar comodidad a su tránsito peatonal, y y sobre todo en invierno –donde se
daban todos los actos- que los chicos no permanecieran de pie sobre el agua, helada a veces pero siempre
fría, sobre el barro común de nuestro suelo.
Recuerdo que, como funcionario de Esteban
Martínez, nos sentamos un día a tirar líneas sobre un aprovechamiento de
nuestra plaza de estilo italiano –en esto propia del Renacimiento- y así se
pensó en un muro que, en forma de arco, protegiera del viento del oeste,
sirviera de soporte aplacas y otros testimonios y albergara un escenario para
actividades comunitarias, o simplemente un palco. Ya por entonces acuñábamos la
idea que en realidad, en Río Grande, la función de las plazas las cumplen los
gimnasios, ya para aquel día se envidiaba la construcción de la plaza de armas
del BIM N° 5 mérito, sin o me equivoco, del primer capitán Monti. Las
intenciones nos llevaron con Oscar Lassalle y Mirta Ferrari a convocar
dominicalmente al izamiento oficial del pabellón nacional, así comenzó a
figurar a fines del ’87 en la agenda de cuanta personalidad visitaba la comuna
su asistencia al izamiento. El sol fue siempre generoso con este propósito que
intentaba emular a la conducta cívica
dominical de los riogalleguenses frente al monumento a Roca; así actuó
la banda, el ballet de Víctor Hugo, cantaron folkloristas, recitaron poetas en
una ceremonia efímera y contundente que exigía en algunos pocos la seguida
satisfacción de
Pero no prosperó en mucho la iniciativa. No
fue periódica, fue irregular.
No hace mucho el arquitecto Giugia me
manifestó el interés de la sociedad que él integra, por lograr un
aprovechamiento integral y renovado de este espacio, y también con los terrenos
de Radio Nacional en la zona céntrica, sobre los que se prometiera un espacio
recreativo.
Es mérito de Van Aken, en su trabajo sobre la
documentación de
Van Aken rescató la fecha de una esquela que
fuera remitida al Cónsul Chileno de aquellos días en que se lo anoticiaba de la
inauguración y al mismo tiempo se lo invitaba a un brindis, y también exhumó la
documentación por la cual se gestionó su
actual emplazamiento, puesto que es de señalar que en la mensura de Varela el
destino cívico estaba dado para la manzana que rápidamente identificamos como
“del cine”. No en vano, frente a este solar, habían adquirido propiedades los
Bilbao, Santomé e Ibarra, no en vano las reservas llevaron que –frente a esa
plaza- se erigiera
Y comenzábamos la nota señalando la sugestión
de la plaza puntarenense, sobre Bilbao y
Colazo. Aquel, don Francisco, le copió dos calles y dos diagonales y por Punta
Arenas se hicieron gestiones para conseguir especies arbóreas que se
aclimataran y crecieran rápidamente: sólo conseguimos nuestra plaza
liliputiense.
Nada parecía indicar que el nombre del prócer
inmigrante figurara en la intención de quienes inauguraron la plaza en
diciembre del ’37. La escasa documentación nada dice de su nombre, y todavía el
poder naval todavía no se había hecho presente en la pastoril y atlántica
población. No hay grandes monumentos en su perímetro: el busto de Brown mirando
al sol nacer, la plaqueta que fuera inaugurada en un episodio que recordamos en
esta misma columna al hablar de don Ruperto Bilbao.
Y está su mástil, donado por YPF, que
reemplazó en 1949 al primer listón de madera sobre que se elevó la enseña argentina.
Fue motivo de orgullo pueblero ante los
capitalinos ushuaienses: ¡nosotros teníamos nuestra plaza de cien por cien!
–argumentábamos; olvidando de paso el verde natural que cobijaba a nuestra
hermana fueguina. Fue la única plaza hasta que en terrenos donados por Van Aken
se intentó conformar la denominada Plaza Familia Ona, abortado proyecto
municipal donde pesó más la incivilidad de algunos insensibles que destruyeron
su monumento.
Y el recuerdo nos lleva a la vieja plaza
cercada. Precaución que funcionarios que
protegían el dinero que invertían de la depredación que sobrevendría si los
animales sueltos en el ejido urbano se les ocurría ir a pastar al espacio
público. René Piñero nos dijo que recién con él se abrió la plaza.
¿Qué pasará con nuestra plaza? ¿Cambiará o no
cambiará?
En realidad siempre cambió: ¡si hasta cambió
de lugar!
Podríase, es cierto, dejarla así, y generar
las inversiones inmediatas de una glorieta donde actúe dominicalmente la banda
en otra plaza. La que espera aún todo lo que hay por hacer, allá en Thorne,
camino al 2 de abril. ¡Pero nosotros no escribimos sobre el futuro!
“Y entre las carencias con las que nació
nuestro pueblo figuraba esta, la del espacio ciudadano en común”.
“Y entre las carencias con las que nació
nuestro pueblo figuraba esta, la del espacio ciudadano en común”.
En la foto; Javiera Stipicic nieta chilena de Francisco Bilbao en la plaza que diagramó su abuelo.
Esta nota fue presentada como Rastros en el río, un domingo de 1992 en EL SUREÑO.
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